miércoles, 30 de septiembre de 2009

Arabia

Arabia es la peninsula más grande del mundo, formada en su mayor parte de desiertos, en la antigüedad, su población se componia de gran número de pequeñas tribus nómadas.

El nombre de árabes aparece por primera vez en la historia en una inscripción conmemorativa de la batalla de Qarqas, en el reinado de Salmanassar III, sobre el 854 a.c.,en la cual se nombra a Gindibu el arabe.

En otra inscripcion sobre la vida del rey asirio Tiglath Pilesar III en torno al 727 a.c., se menciona el reino de Arabia.

No obstante, la peninsula árabe, fue muy probablemente la cuna de los pueblos semiticos.

Por tanto puede decirse que su civilización es muy antigua, ya que sobre el tercer milenio a.c., fueron tribus semitas las que vencieron a los sumerios.

Dada su situación forzosamente Arabia debió recibir influencias egipcias, babilonicas, asirias, hititas, fenicias, indo-persas, greco-romanas y bizantinas.

En la literatura, Arabia y los árabes son mencionados varias veces, Herodoto, asimilo algunos dioses árabes a los dioses griegos, cosa que solia hacer incluso con los egipcios.

Estrabón en su Geografia dá la primera descripcion de la peninsula árabe que divide en tres regiones: Arabia Deserta, Arabia Pétrea y Arabia Felix.

Flavio Arriano, historiador griego, siglo II a.c. narra algunos hechos que inducen a creer que en aquella epoca, los árabes practicaban el politeismo.

Durante el tercer y sexto siglo d.c., habia centros cristianos en Al-Hirah, estado-tampon de los persas sasanidas, como tambien en Siria, la cual tenia estrechos lazos con los bizantinos.

Aunque la mayoria de los árabes practicaban el politeismo, siendo las principales deidades una triada compuesta por un dios de la Luna, una diosa del Sol y un dios identificado con el planeta Venus, siendo, en general del dios de la Luna el protector bajo diferentes nombres de las principales ciudades.

Sobre el siglo IV d.c., una secta árabe atribuia todas las funciones divinas a Ilah, que tambien era llamdo el Misericordioso y Señor del cielo y de la tierra, apareciendo en algunos textos como el Grande de Judá y en otros habla de su hijo Cristo, el victorioso.

Durante este periodo son notables la influencia del zoroastrismo y del maniqueismo, siendo a partir del siglo V d.c., más acusada la influencia del judaismo y del cristianismo a causa de los contactos con Palestina y Siria.

Siria se convirtió bajo los Seleucidas primero, los romanos despues y más tarde bajo los bizantinos en un centro de cultura muy elevada, gracias a la influencia de los jacobitas monofisistas, doctrina que no reconocia más que una sola naturaleza de Jesús, doctrina que prfesaban tres iglesias independientes; la iglesia armenia, la iglesia jacobita de Siria y la iglesia copta de Egipto y Etiopia.

Tambien otra fuente de cultura helenica y cristiana fueron los monjes nestorianos, exiliados de Bizancio despues del concilio de Efeso en el año 430 d.c., al ser condenada la doctrina de Nestor, patriarca de Alejandria, por defender la distincion entre dos diferentes personas de Jesus.

Así ya en el siglo VI d.c., el politeismo arabe mostraba signos de decadencia.

Y en la Meca, capital de la tribu de los Qurasysh, no solo se adoraba a Ilah en la Kaaba, tambien a cierto numero de deidades femeninas entre las cuales, Al-lat,Al-Uzzah y Al-Manat eran consideradas hijas de Ilah y representaban al Sol, Venus y la Fortuna.

En esta parte de Arabia, fué donde algunos hombres influenciados por los judios y los cristianos, practicaron el monoteismo, estos grupos rechazaron la idolatria y seguian una forma de religion de caracter ascético, estos hombres se llamaban los Hanifs y parece ser que Mahoma fué influenciado por ellos.

Así pues se daban las condiciones idoneas para que Mahoma triunfase como profeta.

Mahoma nació el año 570 d.c., y era hijo póstumo de Abdullah bin Abdul-Muttalib, de la tribu de los Quraysh, criado, despues de la muerte de su madre por su abuelo y a la muerte de este por su tio Abu Talid.

Desde pequeño viajaba en las caravanas de comerciantes entre La Meca y Siria, a los veinticinco años se casó con Khadija, hija de Khuwailid, ella por aquel entonces tenia 40 y era viuda y rica.

No obstante Mahoma, tenia antes de casarse, una buena reputación de honestidad y sabiduria, acostumbraba tambien de tiempo en tiempo a retirarse a una cueva de las montañas a orar y meditar, costumbre que practicó durante los quince años anteriores a la visita del arcangel Gabriel.

Continuará......

martes, 29 de septiembre de 2009

Destrucción de Jerusalén

Jerusalén, la mil veces atormentada y violada doncella de Israel.

La Jerusalén del Mesías, es una triste invención donde lo único autentico es el muro de Las lamentaciones, donde aun hoy lo judíos siguen orando.

Cuando en el año 64 d.c., llegó como procurador Gesio Floro, que pronto se caracterizó por sus represalias, su salvajismo y violentas matanzas, se estaba fraguando el cristianismo.

Y cuando ordeno una represión salvaje por las calles de Jerusalén la situación estalló, según cuenta Josefo:

"Los judíos, desde los techos de las casas, atacaron a los romanos con lluvias tan violentas de piedras y saetas que, incapacitado de ofrecer resistencia alguna, o preso entre la muchedumbre entre las estrechas callejas, Floro se vio obligado a replegarse hacia el palacio, con el resto de sus tropas".

Entonces los judíos se fortificarón en el Templo interior, cortando los accesos a la fortaleza, Floro al no poder reducirlos regresó a su cuartel en Cesárea y expuso la situación a Cetio Galo, gobernador de Siria.

Mientras los judíos espoleados por su victoria, se prepararon para dar el golpe que les librara de los romanos.

Era el año 66 d.c. y esta guerra iba a durar 5 años, terminando como siempre, con la destrucción del Templo y de la ciudad entera.

Los zelotes al mando de Menajem, capturaron la fortaleza de Masada, después emprendieron camino a Jerusalén donde ocuparon la fortaleza Antonia.

Las tropas romanas que fueron derrotadas en ella, en represalia, asesinarón a todos los judíos de Cesárea.

Esto encendió aún mas los ánimos y toda Judea se levantó en armas, convirtiéndose aquello en una guerra abierta.

Entonces Cetio Galo se decidió a actuar y con un gran ejercito sitió Jerusalén, pero la ciudad no cedió, obligando a Cetio a levantar el sitio y se retirarse al norte.

Mientras los judíos iban acometiendo su retaguardia y sus flancos, a la defensiva llegó al desfiladero de Bet Horon, y en ese momento los judíos parapetados en las laderas, hicieron una carnicería en las filas romanas.

Aquella retirada se convirtió en un salvese quien pueda, dejando el ejercito romano, el equipo, el avituallamiento y toda la maquinaria de guerra que fue llevada a Jerusalén.

Los vencedores sabían de sobra que Roma volvería, pues su orgullo no permitia una derrota de aquella envergadura, así que se prepararon para una dura resistencia.

No se equivocaban, pues Roma llamó a Vespasiano, su mejor general, que entonces comandaba la segunda legión en Bretaña.

Así en el 68 d.c., y después de luchar palmo a palmo en Palestina, pone sitio a la ciudad, pero al ser nombrado en ese momento Emperador de Roma, tiene que esperar hasta el año siguiente.

Una vez Vespasiano consolidado en el poder, envía a su hijo Tito Flavio Vespasiano, a Jerusalén y le otorga cuatro legiones.

En Jerusalén mientras tanto, se encuentran dos de los más importantes zelotes, Simón Bar Giora y Iojánan de Giscala, que organizan la defensa y que se habían enfrentado entre si varias veces.

Tito una vez que toma posesión de las fuerzas decide atacar la ciudad por el noroeste, en un furioso ataque con máquinas de asalto, torres y arietes.

La lucha fue desesperada, los judíos hacían salidas por sorpresa que mermaban las legiones.

Tito mando crucificar a los prisioneros junto a los muros, ese era el trato que los romanos iban a dar a los rebeldes, hasta que por fin cedió la primera muralla y toda la defensa se encerró en la segunda, que no tardó en caer también, aunque los romanos fueron masacrados en las estrechas callejuelas de la ciudad.

Ahora solo un muro separaba a sitiadores y sitiados, los romanos continuaban crucificando a los judíos que capturaban con vida y según Flavio Josefo que se encontraba en la batalla del lado romano, hubo días que se hicieron más de 500 crucifixiones.

Entonces Tito construyo una gran torre de asalto, para acabar con la resistencia en la Torre Antonia, pero los zelotes al mando de Giscala, socavaron un túnel bajo ella que sostuvieron con pontones de madera impregnados de brea.

Cuando los romanos colocaron los arietes en la torre, fue cuando los zelotes incendiaron las maderas con brea, al calcinarse, cedió la torre que se derrumbo entre grito, humo y piedras arrojadas por los defensores, los romanos corrieron llenos de espanto, ni intentaron sofocar las llamas.

Tito enfurecido por aquella derrota, preparó el golpe definitivo y mando construir 4 torres mas altas y más potentes que la anterior.

Con ellas atacaron de nuevo la Torre Antonia, hasta que cedió, y los romanos penetraron en la ciudad.

En ese momento Tito, pidió la rendición de la ciudad, a lo que se negaron los judíos.

Tito entonces ordenó arrasarlo todo, ciudad y Templo, durante seis días resistieron los judíos dentro del Templo, al noveno día los romanos incendiaron el Templo, la montaña parecía una gigantesca hoguera.

Fueron degollados niños, mujeres y ancianos.

Giora y Giscala, se fortificaron en el palacio de Herodes donde resistieron un mes más.

Así terminó el gran asedio romano sobre Jerusalén, los que escaparon con vida murieron como gladiadores en los circos y otros arrojados a las fieras.

Tito le llevó a su padre Vespasiano, como trofeo, el candelabro de los siete brazos de oro macizo, la Menora sagrada, que fue paseada por Roma junto con los libros sagrados.

Giscala murió en la defensa del palacio de Herodes, en cambio Simón Bar Giora, fue hecho cautivo, llevado al Foro con una soga al cuello y degollado públicamente.

Continuará..........

lunes, 28 de septiembre de 2009

Garras humanas

Javier Gurruchaga en una, para mi, de sus mejores canciones.................



El origen..........

Nada es obsceno en el cuerpo femenino.



EL ORIGEN DEL MUNDO.

Gustave Courbet. Óleo sobre lienzo, 46 x 55 cm. Museo de Orsay, París. Francia.



Gustave Courbet (1819-1877), es el máximo representante del Realismo francés.

Participó abiertamente en la Revolución de 1848, que le dio reputación de artista peligroso, tanto por su actitud como por su pintura.

El 26 de junio de 1995 se exponía por primera vez, en el Musée d'Orsay de París, L'origine du monde (El origen del mundo), una tela que Gustave Courbet pintó entre 1865 y 1866 y que llevaba 130 años oculta.

El origen del mundo es una pintura insólita.

En toda la historia del arte occidental, nadie había pintado la entrepierna femenina.

Sí se había pintado, por supuesto, el vello púbico, pero, en vistas de conjunto del cuerpo femenino.

Pero no verdaderamente el sexo femenino.

En cambio el sexo masculino había sido pintado o esculpido, innumerables veces.

El cuadro, por tanto, reproduce el vientre de una mujer y, más concretamente, el monte de Venus y la abertura vaginal en el centro, los muslos en la parte inferior y el torso, incluidos los pechos, en la superior.

Al pintar el sexo obviando otras partes del cuerpo, es donde reside la genialidad de Coubert, tratar el sexo como un retrato.

Courbet, consideraba que la función de la pintura era reproducir la realidad tal como es, libre de todo prejuicio filosófico, moral, político o religioso.

Actualmente, el cuadro sigue expuesto en el Museo de Orsay, en París.

domingo, 27 de septiembre de 2009

LA HIJA DEL REY Y EL MACHO CABRIO

Se cuenta, que en una ciudad de la India había un sultán a quien Alah, que es grande y generoso, había hecho padre de tres princesas como lunas, perfectas en todos los sentidos y deliciosas para la mirada del espectador.

Y su padre el sultán, que las amaba en extremo, quiso, en cuanto fueron púberes, buscarles esposos que fuesen capaces de estimarlas en su valor y de hacerlas su dichosas.

Y a tal fin llamó a su esposa la reina, y le dijo: "He aquí que nuestras tres hijas, las bienamadas de su padre, han llegado a la nubilidad, y cuando el árbol está en su primavera, conviene, para que no se pierda, que tenga flores anunciadoras de hermosos frutos. Por eso es preciso que busquemos a nuestras hijas esposos que las hagan dichosas". Y dijo la reina. "La idea es excelente".

Y tras de haber deliberado entre sí acerca de los medios mejores de conseguir su objeto, resolvieron hacer anunciar por los pregoneros públicos, en toda la extensión del reino, que las tres princesas estaban en edad de casarse, y que todos los hijos de emires y de grandes señores, amén de los simples particulares y de los hombres del pueblo, debían presentarse bajo las ventanas del palacio en un día fijado.

Porque la reina había dicho a su esposo: "La dicha en el matrimonio no depende ni de la riqueza ni del nacimiento, sino sólo del designio del Todopoderoso. Lo mejor es, pues, dejar que el Destino elija por sí mismo a los esposos de nuestras hijas. Y cuando llegue el día de elegirlos, no tendrán ellas más que tirar su pañuelo por la ventana sobre la muchedumbre de pretendientes. Y aquellos sobre quienes caigan los tres pañuelos serán los esposos de nuestras tres hijas". Y el sultán hubo de responder: "La idea es excelente". Y así se hizo.

De modo que cuando llegó el día fijado por los pregoneros públicos, y se llenó con la muchedumbre de pretendientes el meidán que se extendía al pie del palacio, abrióse la ventana, y la hija mayor del rey apareció, como la luna, la primera con su pañuelo en la mano. Y tiró el pañuelo al aire. Y se lo llevó el viento y lo hizo caer sobre la cabeza de un joven emir, brillante y hermoso.

Luego apareció, como la luna, en la ventana la segunda hija del rey, y tiró su pañuelo, que fue a caer sobre la cabeza de un joven príncipe tan hermoso y tan encantador como el primero.

Y la tercera hija del sultán arrojó su pañuelo a la muchedumbre.

Y el pañuelo se agitó un instante, se inmovilizó un instante, y cayó para ir a engancharse en los cuernos de un macho cabrío que se hallaba entre los pretendientes.

Pero el sultán, aunque había prometido solemnemente su hija a cualquier espectador sobre quien cayera el pañuelo, tuvo por nula la experiencia, y la hizo repetir.

Y la joven princesa arrojó de nuevo al aire su pañuelo, que, tras de vacilar entre dos aires, por encima del meidán, cayó con rapidez y en línea recta sobre los cuernos del mismo macho cabrío.

Y el sultán, en el límite de la contrariedad dio por nula esta segunda elección de la suerte, e hizo repetir la prueba a su hija.

Y por tercera vez el pañuelo voleteó algún tiempo en el aire, y fue a posarse precisamente en la cabeza cornuda del macho cabrío...

Al ver aquello, el despecho del sultán, padre de la joven, llegó a sus límites extremos, y exclamó: "¡No, por Alah, prefiero verla envejecer virgen en mi palacio a verla convertida en esposa de un macho cabrío inmundo!".

Pero, a estas palabras de su padre, la joven se echó a llorar; y corrían por sus mejillas numerosas lágrimas y acabó por decir entre dos sollozos: "Ya que ése es mi Destino, ¡oh padre! ¿Por qué quieres impedir que se cumpla? ¿Por qué interponerte entre mi suerte y yo? ¿No sabes que cada criatura lleva atado al cuello su Destino? Y si el mío va atado a ese macho cabrío, ¿por qué impedirme que sea su esposa?" Y por otra parte, sus dos hermanas, que en secreto tenían mucha envidia de ella porque era la más joven y la más bonita, unieron sus protestas a las suyas, pues la realización de aquel matrimonio con el macho cabrío las vengaba hasta más allá de sus deseos.

Y tanto y tanto porfiaron entre las tres, que su padre el sultán acabó por dar su consentimiento para un matrimonio tan extraño y tan extraordinario.

Y al punto se dio orden para que se celebrasen las bodas de las tres princesas con toda la pompa deseable y con arreglo al ceremonial de rigor.

Y toda la ciudad estuvo iluminada y empavesada durante cuarenta días y cuarenta noches, en el transcurso de los cuales se dieron grandes festejos y magníficos festines, con danzas, cantos y conciertos de instrumentos.

Y no cesó de reinar la alegría en todos los corazones, y hubiera sido completa si cada uno de los invitados no estuviesen un poco preocupados por los resultados de semejante unión entre una princesa virgen y un macho cabrío cuya apariencia era la de un macho cabrío terrible entre todos los machos cabríos.

Y durante aquellos días preparatorios de la noche nupcial, el sultán y su esposa, así como las mujeres de los visires y de los dignatarios fatigaron su lengua en querer disuadir, a la joven de la consumación de su matrimonio con aquel animal de olor repugnante, de ojos encendidos y de herramienta espantosa.

Pero ella contestaba siempre a todos y a todas con estas palabras: "Cada cual lleva colgado al cuello su Destino y si el mío es ser esposa del macho cabrío, nadie podrá oponerse a ello".

Y he aquí que, cuando llegó la noche de la consumación, se condujo a la princesa, con sus hermanas, al hammam.

Tras de lo cual las arreglaron, adornaron y peinaron.

Y cada cual fue conducida a la cámara nupcial que le tenía escrito el Destino. ¡Y sucedió lo que sucedió, en cuanto a las dos hermanas mayores!.

¡Pero he aquí lo que le aconteció a la princesita con su marido el macho cabrío!.

No bien el macho cabrío fue introducido en el cuarto de la joven y se cerró la puerta tras ellos, el macho cabrío besó la tierra entre las manos de su esposa, y dando una sacudida repentina, arrojó su piel de macho cabrío y se tornó en un joven tan hermoso como el ángel Harut.

Y se acercó a la joven, y la besó entre ambos ojos, luego en el mentón, luego en el cuello, luego en todas partes, y le dijo: "¡Oh vida de las almas!, no intentes saber quién soy.
Bástate saber que soy más poderoso y más rico que tu padre el sultán y que todos los hijos del tío que tienen por esposos tus hermanas.

Mucho tiempo hace que en mi corazón se albergaba tu amor, y hasta ahora no pude llegar hasta ti.

¡Y si me encuentras de tu gusto y quieres conservarme, no tienes más que hacerme una promesa!".

Y la princesa, que encontraba al hermoso joven muy de su conveniencia y absolutamente de su gusto, contestó: "¿Y cuál es la promesa que tengo que hacerte?.

¡Dila, y me someteré a ella, aunque sea muy difícil de cumplir, por el amor de tus ojos!".

El dijo: "La cosa es sencilla, únicamente pido que me prometas no revelar a nadie nunca el poder que poseo de transformarme a mi antojo.

Porque si alguien un día sospechase solamente que soy macho cabrío a la vez que ser humano, yo desaparecería al instante, y te sería difícil encontrar mis huellas".

Y la joven le prometió la cosa con todo género de seguridades, y añadió: "¡Prefiero morir a perder un esposo tan hermoso como tú!".

Entonces, sin tener ya motivos fundados para desconfiar uno de otro, se dejaron llevar de su inclinación natural.

Y se amaron con un amor grande, y se pasaron aquella noche, noche de bendición, labios sobre labios y piernas sobre piernas, entre delicias puras y trueques encantadores.

Y no cesaron en sus escarceos y empresas hasta que nació la mañana.

Y el joven abandonó entonces las blancuras de la joven, y recobró su forma prístina de macho cabrío barbudo, con cuernos, pezuñas hendidas, mercancías enormes y todo lo consiguiente.

Y de cuanto había tenido lugar no quedó nada, a no ser algunas manchas de sangre en la toalla de honor.

Y he aquí que, cuando la madre de la princesa entró por la mañana, como es costumbre, a saber noticias de su hija y a examinar con sus propios ojos la toalla de honor, llegó al límite del asombro al observar que el honor de la joven estaba de manifiesto en la toalla, y que la cosa era indudable.

Y vio que su hija estaba lozana y contenta, y que a sus pies, en la alfombra, estaba sentado el macho cabrío rumiando discretamente.

Al ver aquello, corrió en busca de su esposo el sultán, padre de la princesa, que vio lo que vio, y no quedó menos estupefacto que su esposa.

Dijo a su hija: "¡Oh hija mía! ¿es verdad eso?".

Ella contestó: "¡Es verdad, padre mío!".

El preguntó: "¿Y no te has muerto de vergüenza y de dolor?".

Ella contestó: "¡Por Alah! ¿para qué iba a morirme, siendo mi esposo tan diligente y tan encantador?".

Y la madre de la princesa preguntó: "¿Por lo visto no tienes motivo de queja?".

Ella dijo: "¡Ni por asomo!".

Entonces dijo el sultán: "Si no tiene motivo de queja de su esposo, es porque es feliz con él, ¿Y qué más podemos desear para nuestra hija?".

Y la dejaron vivir en paz con su esposo el macho cabrío.

Al cabo de cierto tiempo, con motivo de su cumpleaños, organizó el rey un gran torneo en la plaza del meidán, debajo de las ventanas de palacio.

E invitó para aquel torneo a todos los dignatarios de su palacio, así como a los dos esposos de sus hijas.

En cuanto al macho cabrío, no le invitó por no exponerse a la burla de los espectadores.

Y comenzó el torneo.

Y sobre sus corceles devoradores del aire, los caballeros justaron con grandes gritos, lanzando sus djerids.

Y entre todos se distinguieron los dos esposos de las princesas.

Y ya les aclamaba con entusiasmo la muchedumbre de espectadores, cuando entró en el meidán un soberbio caballero que sólo con su aspecto hacía fruncir la frente de los guerreros.

Y provocó a justa, uno tras de otro, a los emires vencedores, y al primer disparo de su djerid los desmontó.

Y fue aclamado por la muchedumbre como héroe de la jornada.

Así es que cuando el joven jinete pasó bajo las ventanas de palacio saludando al rey con su djerid, como es costumbre, las dos princesas lanzáronle miradas cargadas de odio.

Pero la más joven, aunque reconoció en él a su propio esposo, no dejó traslucir nada en su rostro para no traicionar su secreto; pero se quitó una rosa de sus cabellos y se la arrojó.

Y el rey, la reina y sus hermanas lo vieron, y se disgustaron mucho.

Y al segundo día hubo de celebrarse en el meidán otra justa.

Y de nuevo fue héroe de la jornada el hermoso joven desconocido.

Y cuando pasaba por debajo de las ventanas de palacio, la más joven de las princesas le arrojó ostensiblemente un jazmín que se había quitado de los cabellos.

Y el rey y la reina y las dos hermanas, lo vieron y se molestaron en extremo.

Y el rey dijo para sí: "¡Ahora resulta que esta hija desvergonzada declara públicamente sus sentimientos a un extraño, no contenta con habernos hecho ver negro el mundo desde que se casó con el macho cabrío de perdición!".

Y la reina le lanzó miradas atravesadas.

Y sus dos hermanas se sacudieron las vestiduras con horror, mirándola.

Y al tercer día, cuando el vencedor de la última justa, que era el mismo hermoso caballero, pasó bajo las ventanas de palacio, la joven princesa, esposa del macho cabrío, se quitó de los cabellos, para arrojársela, una flor de tamarindo.

Porque no había podido contenerse al ver tan espléndido a su esposo.

Cuando observaron aquello, la cólera del sultán y la indignación de la sultana y el furor de las dos hermanas estallaron con violencia.

Y al sultán se le pusieron encarnados los ojos, y le temblaron las orejas, y se le estremecieron las narices.

Y cogió por los cabellos a su hija y quiso matarla y hacer desaparecer sus huellas.

Y le gritó: "¡Ah, maldita desvergonzada! no contenta con hacer entrar en mi linaje a un macho cabrío, he aquí ahora que provocas públicamente a los extraños y atraes sobre ti sus deseos.

¡Muere, pues, y líbranos de tu ignominia!".

Y se dispuso a aplastarle la cabeza contra las baldosas de mármol.

Y la pobre, princesa, llena de espanto al ver la muerte ante sus ojos, no pudo por menos -que tan preciada y cara es la propia alma- de exclamar: "¡Voy a decir la verdad!, ¡Perdonadme, que voy a decir la verdad!".

Y sin tomar aliento, contó a su padre, a su madre y a sus hermanas lo que le había sucedido con el macho cabrío, y quién era el macho cabrío, y cómo el macho cabrío era macho cabrío a la vez que ser humano.

Y les dijo que era su propio esposo el hermoso caballero vencedor en las justas.

¡Eso fue todo!

Y el sultán y la esposa del sultán, y las dos hijas del sultán, hermanas de la princesita, se mostraron prodigiosamente asombrados y se maravillaron del Destino de la joven.

¡Y he aquí lo referente a ellos!

Pero, volviendo al macho cabrío, el caso es que desapareció.

Y ya no hubo ni macho cabrío, ni joven hermoso, ni olor de macho cabrío, ni vestigio de joven.

Y la princesita, tras de esperar en vano varios días y varias noches, comprendió que no volvería a aparecer; y quedó triste, doliente, sollozante y sin esperanza ...

Y vivió de tal suerte durante algún tiempo, entre lágrimas continuas y presa de la consunción, rehusando todo consuelo y toda distracción.

Y contestaba a cuantos trataban de hacerle olvidar su desdicha: "Es inútil; soy la más infortunada entre las criaturas, y moriré de pena indudablemente".

Pero, antes de morir, quiso saber por sí misma si en toda la extensión de la tierra de Alah existía una mujer tan abandonada de la suerte y tan desgraciada como ella.

Y primero decidió viajar e int­errogar a todas las mujeres de las ciudades por donde pasara.
Luego abandonó aquella primera idea para hacer construir, sin reparar en gastos, un hamman espléndido que no tenía igual en todo el reino de la India.

E hizo que los pregoneros públicos anunciasen por todo el Imperio que la entrada al hamman sería gratuita para todas las mujeres que quisieran ir a bañarse allí, pero a condición de que cada favorecida contase a la hija del rey, para distraerla, la desdicha mayor o la mayor tristeza que hubiera afligido su vida.

En cuanto a las que no tuviesen nada que contar a este respecto, no tenían permiso para entrar en el hamman.

Así es que no tardaron en afluir al hamman de la princesa todas las afligidas del reino, todas las abandonadas de la suerte, las desgraciadas de todos los colores, las miserables de todas las especies, las viudas y las divorciadas, y cuantas, de una manera o de otra, fueron heridas por las vicisitudes del tiempo, y las traiciones de la vida.

Y cada una, antes de bañarse, contaba a la hija del rey lo que había experimentado de más entristecedor en su vida.

Las hubo que contaron el número de golpes con que las gratificaban sus esposos, y las hubo que vertieron lágrimas al hacer el relato de su viudez, en tanto que otras manifestaban su amargura por ver que sus esposos daban preferencia sobre ellas a cualquier rival horrible y vieja o cualquier negra de labios de camello, y hasta las hubo que tuvieron palabras conmovedoras para hacer el relato de la muerte de un hijo único o de un marido muy amado.

Y de tal suerte transcurrió en el hamman un año entre historias negras y lamentaciones.
Pero la princesa no dio con una mujer, entre los millares que había visto, cuya desdicha pudiese compararse con la suya en intensidad y en profundidad.

Y cada vez sumíase más en la tristeza y en la desesperación.

Y he aquí que un día entró en el hamman una pobre vieja, temblorosa ya bajo el soplo de la muerte, que se apoyaba en un báculo para andar.

Y se acercó a la hija del rey, y le besó la mano, y le dijo: "Por lo que a mí respecta, mis desdichas son más numerosas que mis años, y antes de acabar de contártelas se me secaría la lengua. Por eso no te diré más que la última desgracia que me ha ocurrido, y que, por cierto, es la mayor de todas, pues es la única cuyo sentido y motivo no comprendí. Y esa desgracia me aconteció ayer precisamente durante el día. ¡Y si estoy temblando tanto delante de ti, es por haber visto lo que he visto!":

Escucha:
"Has de saber, que por toda hacienda no poseo más que esta única camisa de algodón azul que ves sobre mí.

Y como necesitaba lavarla, a fin de que me fuese posible presentarme de una manera conveniente, en el hamman de tu generosidad, me decidí a ir a la orilla del río, a un lugar solitario donde pudiese desnudarme sin ser vista y lavar mi camisa.”

"Y la cosa se hizo sin contratiempos, y ya había lavado mi camisa y la había tendido al sol en los guijarros, cuando vi avanzar en dirección mía una mula sin mulero que iba con dos odres llenos de agua. Y creyendo que el mulero llegaría en seguida, me apresuré a ponerme mi camisa, que sólo estaba seca a medias, y dejé pasar a la mula. Pero como no veía ni mulero ni sombra de mulero, sentí gran perplejidad al pensar en aquella mula sin dueño que marchaba por la ribera meneando la cabeza, segura del camino y de la dirección que llevaba. E impulsada por la curiosidad, me erguí sobre ambos pies y la seguí de lejos. Y pronto llegó ante un montículo, no muy separado de la orilla del agua, y se detuvo, golpeando la tierra con un casco. Y por tres veces golpeó así la tierra con el casco de su pata derecha y al tercer golpe se entreabrió el montículo y la mula descendió al interior por una pendiente suave. Y a pesar de mi sorpresa extremada, no pude impedir a mi alma seguir a aquella mula. Y entré en el subterráneo detrás de ella".

"Y no tardé en llegar de tal suerte a una cocina grande que, sin duda alguna, debía ser la cocina de algún palacio de debajo de tierra. Y vi hermosas marmitas alineadas por orden en los fogones, cantando y esparciendo un tufillo de primer orden que dilató los abanicos de mi corazón y vivificó las membranas de mis narices".

"Y se me despertó un gran apetito, y mi alma anheló ardientemente probar aquella cocina excelente. Y no pude resistir a las solicitudes de mi alma. Y como no veía cocinero, ni pinche ni nadie a quien pedir algo por Alah, me acerqué a la marmita que exhalaba el más exquisito olor, y levanté la tapa. Y me envolvió una gran nube aromática, y desde el fondo de la marmita me gritó de repente una voz: "¡Eh! ¡eh! ¡que esto es para nuestra señora! ¡No lo toques, o morirás!" Y yo, poseída de espanto, dejé caer la tapa sobre la marmita y salí de la cocina a escape. Y llegué a una segunda sala un poco más pequeña, en la que estaban alineados en bandejas pasteles de buena calidad, y tortas que olían bien, y una porción de cosas de primer orden buenas de comer. Y sin poder resistir a las solicitaciones de mi alma, tendí la mano hacia una de las bandejas y cogí una torta húmeda y tibia todavía. Y he aquí que recibí en la mano un cachete que me hizo soltar la torta; y de en medio de la bandeja salió una voz que me gritó: "¡Eh! ¡eh¡ ¡que esto es para nuestra señora! , ¡No lo toques, o morirás!" Y mi susto llegó a sus límites extremos, y corrí en línea recta, temblándome mis viejas piernas que me fallaban. Y después de cruzar galerías y galerías, me vi de pronto en una gran sala abovedada, de una belleza y una riqueza que nada tenían que envidiar a los palacios de los reyes, sino al contrario. Y en medio de aquella sala había un gran estanque de agua viva. Y alrededor de aquel estanque había cuarenta tronos, uno de los cuales era más alto y más espléndido que los demás.”

"Y no vi a nadie en aquella sala, que sólo estaba habitada por la frescura y la armonía. Y llevaba allí un rato admirando toda aquella hermosura, cuando, en medio del silencio, hirió mis oídos un ruido semejante al que hacen esas pezuñas de un rebaño de cabras al andar por las piedras. Y sin saber de qué podía tratarse, me apresuré a esconderme debajo de un diván que estaba apoyado en la pared, de modo que pudiese mirar sin ser vista. Y el ruido de las pezuñas golpeando el suelo se acercó a la sala, y en seguida vi entrar cuarenta machos cabríos de barbas largas. Y el último iba montado en el penúltimo. Y todos fueron a colocarse en buen orden, cada cual ante un trono, alrededor del estanque. Y el que cabalgaba en su compañero se apeó del lomo de su cabalgadura y fué a colocarse ante el trono principal. Luego todos los demás machos cabríos se inclinaron ante él, dando con la cabeza en el suelo, y así permanecieron un momento sin moverse. Después se levantaron todos a una, y al mismo tiempo que su jefe, dieron tres sacudidas. Y en el mismo instante cayeron sus pieles de machos cabríos. Y vi a cuarenta jóvenes como lunas, el más hermoso de los cuales era el jefe. Y descendieron al estanque, con su jefe a la cabeza, y se bañaron en el agua. Y salieron de ella con unos cuerpos como el jazmín, que bendecían a su Creador. Y fueron a sentarse en sus tronos, completamente desnudos en su hermosura".

"Y mientras contemplaba al joven sentado en el trono grande y me maravillaba a su vista en mi corazón, vi de pronto gotear de sus ojos gruesas lágrimas. Y también caían lágrimas, aunque menos numerosas, de los ojos de los demás jóvenes. Y todos empezaron a suspirar, diciendo: "¡Oh señora nuestra! ¡oh señora nuestra!" Y su joven jefe suspiraba: "¡Oh soberana de la gracia y de la belleza!" Luego oí gemidos que salían de la tierra, bajaban de la bóveda; partían de los muros, de las puertas y de todos los muebles, repitiendo con acento de pena y de dolor estas mismas palabras: "¡Oh señora nuestra! ¡oh soberana de la gracia y de la belleza!".

"Y cuando hubieron llorado y suspirado y gemido durante una hora, el joven se levantó y dijo: "¿Cuándo vas a venir? ¡Yo no puedo salir! ¡Oh soberana mía! ¿cuándo vas a venir, ya que yo no puedo salir?" Y bajó de su trono, y volvió a entrar en su piel de macho cabrío. Y todos bajaron de sus tronos igualmente, y volvieron a entrar en sus pieles de machos cabríos. Y se fueron como habían venido".

"Y cuando dejé de oír en el suelo el ruido de sus pezuñas, me levanté de mi escondite, y también me marché como había venido. Y no pude respirar a mis anchas hasta que me vi fuera del subterráneo.”

"Y tal es mi historia, ¡oh princesa! Y constituye la mayor desdicha de mi vida. Porque no solamente me fué imposible satisfacer mi deseo en las marmitas y las bandejas, sino que no comprendí nada de cuanto de prodigioso vi en aquel subterráneo. ¡Y eso es precisamente la mayor desdicha de mi vida!".

Cuando la vieja hubo terminado de tal suerte su relato, la hija del rey, que la había escuchado con el corazón palpitante, no dudó ya de que fuese su bienamado el macho cabrío que cabalgaba, y creyó morirse de emoción.

Y cuando por fin pudo hablar, dijo a la vieja: "¡Oh madre mía! Alah el Misericordioso te ha conducido aquí sólo para que tu vejez sea feliz por mediación mía.

Porque en adelante serás para mí una madre, y cuanto posee mi mano estará en tu mano.

Pero si en algo estimas los beneficios de Alah sobre tu cabeza, por favor levántate ahora mismo y condúceme al paraje donde has visto entrar a la mula con los dos odres.

¡Y no te pido que vengas conmigo, sino que me indiques el paraje solamente!".

Y la vieja contestó con el oído y la obediencia.

Y cuando se alzó la luna sobre la terraza del hammam, salieron ambas y fueron a la orilla del río.

Y en seguida vieron a la mula, que iba en dirección suya, cargada con sus dos odres llenos de agua.

Y la siguieron de lejos, y la vieron llamar con el casco al pie del montículo, y adentrarse en el subterráneo abierto delante de ella.

Y la hija del rey dijo a la vieja: "Espérame aquí".

Pero la vieja no quiso dejarla entrar sola, y la siguió, no obstante su emoción.

Y entraron en el subterráneo y llegaron a la cocina.

Y de todas las hermosas marmitas rojas alineadas por orden en los hornillos, y que cantaban con armonía, se exhalaban tufillos de primer orden que dilataban los abanicos del corazón, vivificaban las membranas de las narices y disipaban las preocupaciones de las almas en pena.

Y a su paso se alzaban por sí mismas las tapas de las marmitas, y salían de ellas voces alegres que decían: "¡Bien venida sea nuestra señora! ¡bien venida!".

Y en la segunda sala estaban alineadas las bandejas que contenían pasteles excelentes, y tortas ahuecadas, y otras cosas buenas y tiernas que halagaban la vista del espectador.

Y de todas las bandejas, y del fondo de las artesas que contenían el pan reciente, exclamaban voces dichosas a su paso: "¡Bien venida! ¡bien venida!".

Y el aire mismo parecía agitado en torno de ellas por estremecimientos de dicha y resonaba con exclamaciones de júbilo.

Y la vieja, que veía y oía todo aquello, dijo a la hija del rey, mostrándole la entrada de las galerías que conducían a la sala abovedada: "¡Oh mi señora! por ahí es por donde tienes que entrar.

En cuanto a mí, aquí te espero, pues el sitio de las servidoras es la cocina, y no las salas del trono".

Y la princesa, cruzando las galerías, penetró sola en la sala grande que le había descrito la vieja, mientras a su paso las alegres voces hacían oír conciertos de bienvenida...

Y lejos de esconderse debajo del diván, como lo había hecho la vieja, fué a sentarse en el trono grande que se elevaba en el sitio de honor, al borde del estanque.

Y por toda precaución se echó sobre el rostro su velillo.

Apenas habíase instalado de tal modo, como una reina en su trono, se oyó un ruido muy tenue, no de pezuñas golpeando el suelo, sino de pasos ligeros que anunciaban a quien los daba.

Y entró el joven, como un diamante.

Y ocurrió lo que ocurrió.

Y en el corazón de ambos enamorados sucedió la alegría a los tormentos.

Y se unieron como el amante se une a su amante, en tanto que desde la bóveda y desde los muros y desde todos los rincones del aposento se dejaba oír la armonía de los cánticos y se elevaban las voces de los servidores en honor de la hija del sultán.

Y después de algún tiempo pasado allí por los amantes entre delicias y placeres encantadores, regresaron al palacio del sultán, donde fué acogida su llegada con entusiasmo, igual por parientes que por grandes y chicos, en medio de regocijos y de cánticos, mientras todos los habitantes empavesaban la ciudad.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Sin tí

Preciosa canción, magistralmente interpretada por Mariah.........espero que la disfrutéis.

Cincolinks


Erase una vez un pequeño directorio, que en apenas 4 meses, reunió a mil y pico amigos deseosos de darse a conocer, dándoles la oportunidad de linkearse mutuamente, con lo cual ganaban todos, aunque no estaba exento de pequeños fallos y algo de inexperiencia.

Este pequeño directorio para webs, blog y noticias, se llama CincoLinks, y sorprende por su sistema de promoción mediante el intercambio de links.

La cosa consiste en visitar a cinco usuarios, la visita dura 15 segundos, aunque pasada una hora y media, se pueden hacer otros cinco links y así sucesivamente.

Cada vez que visitas a tus 5 enlaces se te conceden puntos, perdiéndolos cada vez que eres visitado, teniendo prioridad los que tienen más puntos.

La ventaja es que vuestra web o blog recibirá tantas visitas como las que vosotros hayáis realizado previamente, y también te permitirá mejorar tu "estatus" en los buscadores.

Y por experiencia os puedo asegurar que es una gran idea, porque permite dar a conocer vuestro blog o web de manera fácil y sencilla.

Si queréis registraros en CincoLinks, podéis pinchar el banner que hay en mi pagina.

Agua y Té

Hangzhou es conocida como una de las ciudades más románticas de China debido al Lago del Oeste, que se ubica en el centro de la urbe.

Este embalse cubre un área de unos 6 Km2 y sus paisajes varían durante las diferentes estaciones, horas del día y condiciones atmosféricas.

La Primavera de Hupao esta a seis kilómetros de la ciudad Hangzhou, dentro del Templo Dinghuichan al pie de la colina Daci que se estira entre el Lago de Oeste y el Río Qiantang.

La leyenda dice que un monje llamado Xingkong, visito el lugar y encontró que la colina era hermosa, pero no había ninguna fuente de agua.

Una noche, tuvo un sueño, en el cual un inmortal le dijo que dos tigres vendrían para desenterrar primaveras.

Al día siguiente, dos tigres merodearon alrededor de la colina y cavaron un agujero que hizo que el agua saliera a borbotones.

De ahí el nombre Primavera de Hupao.

Leyenda aparte, de hecho, la Primavera de Hupao se forma como el resultado del agua subterránea que se filtra a través de grietas dentro de la piedra arenisca de cuarzo, sin ser erosionada por los materiales ácidos.

Y debido a su bajo contenido de minerales y su alto porcentaje en radón, un elemento radiactivo, el agua de este manantial, dulce, suave, pura y sin bacterias, es una bebida ideal para la salud.

Es más, el agua de este manantial tiene la tensión superficial alta, y si se pone una moneda en un tazón lleno hasta el borde, el agua subirá tres milímetros por encima del borde del tazón, pero no se desbordará.

Siendo China el reino del té, Hangzhou es su pueblo natal.

Por ello el té Longjing del Lago del Oeste, de más de 1.200 años de historia y de suprema calidad, es el líder de los diez mejores tés chinos.

En tiempos feudales era un tributo a la Casa Imperial.

Sobresale en cuatro aspectos: color verde, aroma profundo, sabor denso y forma hermosa.

Como té precioso, su preparación necesita agua de muy buena calidad.

En Hangzhou el té Longjing se prepara con agua hervida de la famosa Fuente Hupao.

Desde entonces, el Té del Pozo del Dragón y la Primavera Hupao son considerados como las dobles rarezas del Lago del Oeste.

Hoy día la Pagoda de Xingkong ha sido restaurada y con vivos relieves, la representación de soñar con tigres de la leyenda de Xingkong.

El huevo de Pascua

La costumbre de el huevo de pascua tiene un origen pagano, y festejaba la celebración del equinoccio de primavera.

Según el primigenio mito de la Creación de los babilonios, un huevo de gran tamaño cayó desde el cielo al río Eufrates.

De este maravilloso huevo fue engendrada la diosa Astarté.

Por esto el símbolo del huevo llegó a ser asociado con dicha diosa.

Esta creencia originada en Babilonia se expandió con rapidez por todo el mundo: los antiguos druidas de las culturas celtas portaban un huevo como emblema sagrado de su fe; los egipcios lo asociaron con el sol y los huevos coloreados eran usados como ofrenda de sacrificio durante las fiestas de Isis; y hasta en China y en Japón se adoptó esta creencia, considerando el huevo de Pascua como símbolo de vida y resurrección.

En Egipto, el simbolismo del huevo se asemeja al mito griego de la Caja de Pandora; se cree que el dios Osiris y su hermano Tifón (Seth), lucharon entre sí e introdujeron todos los bienes y los males del mundo en un huevo; al romperse el mismo, todos los males se distribuyeron por el planeta.

Tanto en Persia como en Grecia y Roma, era muy común pintar huevos y comerlos en las fiestas en honor a la primavera.

Su símbolo de vida nueva hizo que durante muchos siglos, se dieran huevos como regalo en los festivales de esta estación.

Así, y como la primavera europea prácticamente coincide con la semana santa, el huevo pasó a ser el símbolo de renacer de Cristo.

En la antigüedad las mujeres embarazadas romanas podrían saber el sexo del niño al nacer, ya que el huevo es por lo general símbolo de origen, fertilidad y nacimiento.

En época medieval, tradicionalmente se regalaban huevos a los sirvientes.

En algunos países de Europa, los huevos se decoran el día jueves santo y se rompen los domingos, en los países de Sudamérica a diferencia de Europa el huevo se esconde los días domingo por la mañana para ser buscado después de la comida, es muy típico ver a todos los niños buscando los huevos de pascua.

En Alemania, se les daban huevos a los niños acompañados de otros regalos de Pascua.

Distintas culturas han desarrollado sus propias maneras de decorar los huevos.

Huevos rojos se intercambian en Grecia en honor a la sangre de Cristo.

En partes de Alemania y Austria, se utilizan huevos verdes como celebración del Jueves Maundy (Jueves Santo).

Los polacos y ucranianos utilizan diseños simples y colores fuertes, o decoran en el distintivo estilo pysanki (diseñar o escribir).

Los huevos pysanki son obras maestras de habilidad y trabajo.

En Alemania y otros países se vacían los huevos en un plato hondo haciéndoles un agujero con una aguja y soplándolos para quitar su contenido.

Las cáscaras se tiñen y se cuelgan en arbolitos y arbustos de Pascua durante Semana Santa.

En Italia las figuras de chocolate típicas de Pascua tienen forma de paloma ("colomba pasquale") mientras que en otras tradiciones es un conejo, ya que éste estaba relacionado con la diosa Eostra.

En Cataluña al igual que en Valencia, lo tradicional es la "mona" de Pascua, un pastel de harina, huevos, azúcar y mantequilla que los padrinos regalan a sus ahijados el Lunes de Pascua.

La "mona" simboliza que las penitencias y abstinencias que impone la Cuaresma han llegado a su fin.

Además, la palabra “munna” significa “provisión de la boca”, y era el regalo que los moriscos realizaban a sus señores.

Además, el ritual de comerse la "mona" se acompaña, al menos en Valencia, con este refrán: “Açí em pica, açí em cou, açí em menge la mona, i açí et trenque l’ou”.

(Traducción, aquí me pica, aquí me escuece, aquí me como la mona y aquí te rompo el huevo) , en la frente del compañer@).

Sin embargo, lejos de admitir su origen pre-cristiano, una leyenda cristiana dice que:
cuando María Magdalena le dijo al apóstol San Pedro que Jesucristo había resucitado, éste, incrédulo, afirmó que eso sería posible si las gallinas pusieran huevos rojos.

Entonces María Magdalena, le mostró una docena de ellos.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Capirote

Auto de fé, Goya.

Durante la Semana Santa algunos fieles llevan una "capucha" llamada "capirote", alargada y terminada en pico, que cubre toda la cara.

Sus orígenes se remontan a la época de la inquisición, en la que a algunos condenados por motivos religiosos se les imponía la obligación de usar una prenda de tela que les cubriera el pecho y la espalda, "el sambenito", además de un capirote o cucurucho de cartón en señal de penitencia, pero, el origen de esta costumbre lo podemos encontrar en el paganismo, en el que existían unos espíritus de la fertilidad llamados "genii cucullati" ("genios con capucha"), y de estas deidades paganas puede que provenga la costumbre de poner los capuchones a los condenados por la inquisición.

jueves, 24 de septiembre de 2009

rswt

Los antiguos egipcios pensaban que en sueños, nuestros ojos están abiertos. Su palabra para sueño, "rswt", está etimológicamente relacionada con la raíz de "estar despierto", que se escribía con un símbolo que representa un ojo abierto.

Los egipcios se ejercitaban en el "sueño lúcido" , en templos, y desarrollaban esta capacidad para comunicarse con los dioses, predecir acontecimientos futuros, con fines curativos y de sanación , para trascender el tiempo y el espacio, recordar el pasado y estar en comunicación constante con otros templos lejanos.

Para los egipcios existían tres tipos de sueño: Los sueños piadosos, donde un dios podía aparecer y demandar un acto de devoción; los sueños revelatorios, que predecían el futuro, revelaban la ubicación de objetos escondidos o indentificaban una nueva cura o medicina; y los sueños que aconsejaban o daban una información precisa,como por ejemplo si debían tomarse ciertas decisiones o no; este tipo de sueños eran muy tenidos en cuenta para las decisiones importantes.

Para los egipcios el significado de los sueños era "opuesto", es decir, por ejemplo, si soñabas con la muerte eso significaba un tipo de "nacimiento".

Pensaban tambien que los sueños podían interpretarse y que, en muchos casos, los dioses se comunicaban con los hombres gracias a ellos.

Por esta razón fueron muy importantes ya que, además, advertían acerca de hechos que aún pertenecían al futuro pudiendo estar prevenidos mediante su interpretación y permitiendo estar al tanto de acontecimientos indeseados.

En la fiesta del "heb sed", celebrada en el trigésimo año del faraón, se exigía al rey viajar más allá del cuerpo, y más allá de la muerte, para probar su valía para continuar en el trono.

Los antiguos egipcios relacionaban en gran medida el sueño con la muerte. Creían que los sueños llevaban al "viajero onírico" a las estrellas, más concretamente a Sothis (nombre que daban a Sirio), donde se encontraba un plano superior de conciencia y el hogar de seres superiores y almas evolucionadas tras la muerte.

En época helenística proliferaban las escuelas de sueños u oráculos de sueños en los templos de Serapis.

Serapis, un dios nacido de la fusión entre Osiris y Apis, fue declarado deidad tutelar de Alejandría y dios oficial de Egipto y Grecia por Ptolomeo I (general de Alejandro Magno que a la muerte de éste recibió Egipto en la distribución de los territorios conquistados), con el propósito de unificar Grecia y Egipto, hallando una deidad que se ganara por igual el respeto de los helenos y de los tradicionales egipcios.

Según Plutarco, Ptolomeo robó la imagen de Serapis de Sínope debido a que el propio dios le ordenó en sueños que lo hiciese.

En los templos consagrados a Serapis se encontraban muchas de las escuelas oníricas y de los oráculos a través de los sueños.

Ptolomeo, quien durante muchos años vivió en "katoche" (retiro espiritual) en el templo de Serapis en Menfis dejó registrados sus sueños en diversos diarios.

Durante este último período, a los sacerdotes egipcios especializados en soñar se les llamaba los Sabios de la Biblioteca Mágica.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

HISTORIA DEL PRINCIPE Y LA TORTUGA GIGANTESCA

Se cuenta, entre lo que se cuenta, que, en la antigüedad del tiempo y el pasado de la edad y del momento, había un poderoso sultán a quien el Retribuidor había concedido tres hijos.

Y estos tres hijos, que eran varones indomables y heroicos guerreros, se llamaban: el mayor, Schater-Alí, (principe Alí); el segundo, Schater-Hossein, y el más pequeño, Schater-Mohammad.

Y el tal pequeño era con mucho el más hermoso, el más valiente y el más generoso de los tres hermanos.

Y su padre los quería con igual cariño, por lo que había resuelto dejar, después de su muerte, una parte igual de sus bienes y de su reino a cada uno.

Porque era justo y leal.

Y no quería favorecer a uno con detrimento de los otros, ni perjudicar a uno en beneficio de los otros.

Y cuando llegaron ellos a la edad de casarse, su padre el rey se vio perplejo y vacilante, y para tomar consejo, llamó a su visir, hombre sabio, íntegro y lleno de prudencia, y le dijo: "¡Oh visir mío! tengo muchas ganas de hallar esposas para mis tres hijos, que están en edad de casarse, y te he llamado para contar con tu opinión sobre el particular".

Y el visir reflexionó durante una hora de tiempo, luego levantó la cabeza y contestó: "¡Oh rey del tiempo! ¡se trata de una cosa muy delicada!".

Después añadió: "La suerte y la mala suerte están en lo invisible; y nadie podría forzar los decretos del Destino. Por eso mi idea es que los tres hijos de nuestro señor el rey dejen a su destino la elección de sus esposas. Y a tal fin, lo mejor que pueden hacer los tres príncipes es subir a la terraza de palacio con su arco y sus flechas. Y allí se les vendarán los ojos y se les hará dar varias vueltas. Tras de lo cual, cada uno de ellos tirará una flecha desde donde se haya parado. Y se visitarán las casas sobre las cuales caigan las flechas; y nuestro señor el sultán llamará al propietario de cada una de estas casas y le pedirá en matrimonio a su hija para el príncipe propietario de la flecha correspondiente, ya que la joven habrá sido escrita así en su suerte por el Destino".

Cuando el sultán oyó estas palabras de su visir, le dijo: "¡Oh visir mío! tu consejo es un consejo excelente, y tendré en cuenta tu opinión".

Y al punto hizo llamar a sus tres hijos, que volvían de caza; y les participó la decisión tomada con respecto a ellos entre él y el visir, y subió con ellos a la terraza de palacio, seguido de sus visires y de todos sus dignatarios.

Y cada uno de los tres príncipes, que habían subido a la terraza con su arco y su carcaj, escogió una flecha y tendió su arco, y les vendaron los ojos.

Y el hijo mayor del rey, después de que le hicieron girar sobre sí mismo, apuntó con su flecha el primero desde donde se había parado.

Y la flecha, lanzada por la cuerda muy floja, voló por los aires y fue a caer en la morada de un gran señor.

Y el segundo hijo del rey lanzó a su vez su flecha, que fue a caer en la terraza del oficial mayor de las tropas del reino.

Y el tercer hijo del rey, que era el príncipe Schater-Mohammad, lanzó su flecha en la dirección en que se había vuelto.

Y la flecha fue a caer en una casa a cuyo propietario no se conocía.

Y fueron a visitar las tres casas consabidas.

Y resultó que la hija del gran señor y la hija del oficial del ejército eran dos jóvenes como lunas.

Y sus padres llegaron al límite del contento por casarlas con dos hijos del rey.

Pero cuando fueron a visitar la tercera casa, que era aquella donde había caído la flecha de Schater-Mohammad, advirtieron que no estaba habitada más que por una gigantesca tortuga solitaria.

Y el sultán, padre de Schater-Mohammad, y los visires y los emi­res y los chambelanes vieron a la tortuga, que vivía completamente sola en aquella casa, y se asombraron prodigiosamente.

Pero como ni por un instante había que pensar en dársela por esposa al príncipe Schater­Mohammad, el sultán decidió repetir la experiencia.

Y, por consiguiente, el joven príncipe volvió a subir a la terraza, llevando al hombro su arco y su carcaj, y ante toda la concurrencia lanzó una segunda flecha a la suerte.

Y la flecha, conducida por su Destino, fue a caer precisamente sobre la casa habitada por la enorme tortuga solitaria.

Al ver aquello, el sultán quedó extremadamente contrariado, y dijo al príncipe: "Por Alah, ¡oh hijo mío! que la bendición no guía hoy tu mano.

¡Ruega al Profeta!" Y contestó el joven: "¡Sean con Él, con Sus compañeros y con Sus fieles la salutación y las bendiciones!" Y el sultán repuso: "¡Invoca el nombre de Alah y lanza la flecha para hacer la experiencia por tercera vez!" Y dijo el joven príncipe: "¡En el nombre de Alah el Clemente sin límites, el Misericordioso!" Y aflojando su arco lanzó por tercera vez la flecha, que, dirigida por el Destino, fue a caer una vez más sobre la casa en que vivía solitaria la enorme tortuga.

Cuando el sultán vio sin género de duda que la prueba era tan precisa y tan fehaciente en favor de la tortuga gigantesca, decidió que su hijo menor, el príncipe Schater-Mohammad, se quedase soltero.

Y le dijo "¡Oh hijo mío! ¡como esa tortuga no es de nuestra raza, ni de nuestra especie, ni de nuestra religión, más vale que no te cases con nadie hasta que Alah nos vuelva a Su gracia!"

Pero Schater-Moham­mad exclamó: "¡Por los méritos del Profeta! (¡con El la plegaria y la paz!), la época de mi soltería ha pasado; y puesto que la tortuga me ha sido escrita por el Destino, consiento en casarme con ella".

Y contestó el sultán en el límite del asombro: "Ciertamente, ¡oh hijo mío! te ha sido escrita la tortuga por el Destino; pero ¿desde cuándo los hijos de Adán toman por esposas a las tortugas? ¡Se trata de una cosa prodigiosa!".

Pero el príncipe contestó: "¡A esa tortuga es a la que quiero por esposa, y no a otra!"

Y el sultán, que amaba a su hijo, no intentó contrariarle ni apenarle, y volviendo de su decisión, dio su consentimiento para tan extraño matrimonio.

Y se celebraron grandes fiestas y grandes regocijos y grandes festines, con danzas, cantos y conciertos de instrumentos, en honor de las bodas de Schater-Alí y Schater-Hossein, los dos hijos mayores del sultán.

Y cuando transcurrieron los cuarenta días y las cuarenta noches que duraron los festejos de cada boda, los dos príncipes entraron en los aposentos de sus esposas en la noche nupcial, y consumaron su matrimonio con toda felicidad y gallardía.

Pero cuando tocó el turno a las bodas del joven príncipe Schater­Mohammad con su esposa la enorme tortuga solitaria, los dos hermanos mayores y las dos esposas de ambos hermanos, y los padres, y todas las mujeres de los emires y de los dignatarios, negaron su presencia a la ceremonia, y no perdonaron nada para que aquellos festejos resultasen entristecedores y lúgubres.

Así es que el joven príncipe quedó muy humillado en su alma, y sufrió toda clase de vejaciones en miradas, sonrisas y espaldas vueltas.

Pero en cuanto a lo que pasó durante la noche nupcial, cuando el príncipe entró en el aposento de su esposa, nadie lo pudo saber.

Porque todo pasó tras el velo, que sólo pueden penetrar los ojos de Alah.

Y lo mismo ocurrió la siguiente noche y las demás noches. ¡Y asombrábanse todos de que hubiese podido celebrarse semejante unión!.

Y ninguno comprendía cómo un hijo de Adán podía cohabitar con una tortuga, aunque fuese tan grande como un tonel de los mayores.

¡Y esto es lo referente a las bodas del príncipe Schater-Mohammad con su esposa la tortuga!

Por lo que respecta al sultán, los años, las preocupaciones del reino y las emociones de todas clases, sin contar la pena que le había producido el matrimonio de su hijo pequeño, curvaron su espalda y adelgazaron sus huesos.

Y enflaqueció, y amarilleó, y perdió el apetito.

Y con sus fuerzas disminuyó su vista y se quedó completamente ciego.

Cuando sus tres hijos, que querían a su padre tanto como les quería él, vieron el estado en que se hallaba, resolvieron no dejar que cuidasen de su salud las mujeres del harem, que eran ignorantes y supersticiosas; y pensaron de qué medios se valdrían para devolver a su padre las fuerzas con la salud.

Y dieron con uno, y tras de besar la mano al rey, le dijeron: "¡Oh padre nuestro! he aquí que tu tez amarillea y disminuye tu apetito y se debilita tu vista.

¡Y si las cosas continúan así, no nos quedará más remedio que desgarrarnos las vestiduras de color por perder contigo nuestro sostén y nuestro guía!.

Es preciso, pues, que escuches nuestro consejo, porque somos tus hijos y tú eres nuestro padre.

Opinamos que en adelante deben ser nuestras esposas quienes te preparen el alimento, y no las mujeres de tu harén.

Porque nuestras esposas son muy expertas en arte culinario, y guisarán para ti manjares que te devolverán el apetito, y con el apetito las fuerzas, y con las fuerzas la salud, y con la salud la excelencia de la vista y la curación de tus ojos enfermos".

Y el sultán se conmovió mucho ante aquella atención de sus hijos, y les contestó: "Que Alah os inunde con Sus gracias, ¡oh hijos de vuestro padre!, ¡Pero eso va a ser una mo­lestia muy grande para vuestras esposas ... !

Mas ellos empezaron a protestar, diciendo: "¡Una molestia! ¿Pues no son tus esclavas? ¿Y qué tienen que hacer de más urgencia que preparar manjares que contribuyan a tu restablecimiento?

Y hemos pensado ¡oh padre! que lo mejor para ti sería que cada una te preparara una bandeja de manjares cocinados por ella, a fin de que tu alma pueda escoger entre todos el que te sea más agradable por el aspecto, por el olor y por el sabor.

Y de tal suerte te volverá la salud y curarán tus ojos".

Y el sultán los abrazó y les dijo: "¡Vosotros sabréis mejor que yo lo que me conviene!"

Y en vista de aquella innovación, que los regocijó hasta el límite del regocijo, los tres príncipes fueron en busca de sus tres esposas, y les mandaron que prepararan cada cual una bandeja de manjares que fuesen admirables a la vista y al olfato.

Y cada uno estimuló a su esposa respectiva, diciéndole: "¡Es preciso que nuestro padre prefiera los manjares de mi casa a los de la casa de mis hermanos!"

Y, entretanto, los dos hermanos mayores no cesaron de burlarse de su hermano menor,
preguntándole con mucha ironía qué iba a enviar su esposa, la enorme tortuga, para hacer volver el apetito a su padre y dulcificar el paladar.

Pero él no contestaba a sus preguntas e interrogaciones más que con una sonrisa tranquila.

En cuanto a la esposa de Schater-Mohammad, que era la gigantesca tortuga solitaria, no esperaba más que aquella ocasión para demostrar de lo que era capaz.

Y en aquella hora y en aquel instante puso manos a la obra.

Y empezó por enviar a la esposa del hijo mayor del rey su servidora de confianza, con encargo de pedirle que tuviera la bondad de recoger para ella, la tortuga, todas las cagarrutas de las ratas y ratones de su casa, ya que ella, la tortuga, tenía una necesidad urgente de aquello para condimentar el arroz, los rellenos y los demás manjares, y nunca se servía de otros condimentos que de aquellos.

Y al oír semejante cosa, se dijo la esposa de Schater-Alí: "¡No, por Alah! me guardaré mucho de dar esas cagarrutas de ratas y ratones que me pide esa miserable tortuga.

¡Porque ya sabré yo utilizarlas como condimentos mejor que ella!".

Y contestó a la servidora: "Siento tener que contestar con una negativa. ¡Pero, por Alah, que apenas si me basta para mi uso personal la cagarruta de que dispongo!".

Y la servidora volvió a llevar esta respuesta a su ama la tortuga.

Entonces la tortuga se echó a reír, y se convulsionó de alegría.

Y envió su servidora de confianza a la esposa del segundo hijo del rey, con encargo de pedirle toda la basura de pollos y de palomas que tuviese al alcance de la mano, bajo pretexto de que ella, la tortuga, tenía una apremiante necesidad de aquella para salpimentar los manjares que preparase para el sultán.

Pero la servidora volvió al lado de su ama sin nada en la mano y con ásperas palabras en la lengua de parte de la esposa de Schater-Hossein.

Y la tortuga, al no ver nada en manos de su servidora, y al oír las palabras ásperas que llevaba en la lengua de parte de la esposa del segundo hijo del sultán, se bamboleó de satisfacción y de contento, y se echó a reír de tal manera, que se cayó de trasero.

Tras de lo cual preparó los manjares como mejor sabía, los colocó en la bandeja, tapó la bandeja con una tapadera de mimbre, y lo cubrió todo con un pañuelo de lino perfumado de rosa.

Y mandó a su fiel servidora que llevara la bandeja al sultán, mientras que, por su parte, las otras dos esposas de los príncipes hacían llevar las suyas por esclavas.

Y llegó, pues, el momento de la comida; y el sultán sentose ante las tres bandejas; pero en cuanto se levantó la tapa de la bandeja de la primera princesa, se exhaló de ella un olor infecto y nauseabundo de cagarruta de rata capaz de asfixiar a un elefante.

Y al sultán le afectó tan desagradablemente aquel olor, que le dio vueltas la cabeza y se cayó desmayado, con los pies junto al mentón.

Y sus hijos se apresuraron a rodearle, y le rociaron con agua de rosas, y le abanicaron y consiguieron hacerle recobrar el conocimiento.

Y al acordarse entonces de la causa de su indisposición, no pudo por menos de dar rienda suelta a su cólera contra su nuera y abrumarla de maldiciones.

Y al cabo de cierto tiempo se le pudo calmar, y tanto y tanto hubo de porfiársele, que se le decidió a que probara la segunda bandeja.

Pero en cuanto se la destapó, llenó la sala de un olor atroz y fétido, como si acabasen de quemar allí la basura de todas las aves de corral de la ciudad.

Y aquel olor penetró en la garganta, en la nariz y en los ojos delicados del desdichado sultán, que a la sazón creyó que se iba a quedar ciego del todo y a morir.

Pero se apresuraron a abrir las ventanas, y a llevarse la bandeja causante de todo el mal, y a quemar incienso y benjuí para purificar el aire y contrarrestar el mal olor.

Y cuando el asqueado sultán respiró un poco el aire libre y pudo hablar, exclamó: "¿Qué daño he hecho a vuestras esposas ¡oh hijos míos! para que así maltraten a un anciano y le caven la tumba en vida? ¡Eso es un crimen que castiga Alah!".

Y los dos príncipes esposos de las que habían preparado las bandejas se mostraron muy cariacontecidos, y contestaron que aquello era una cosa que escapaba a su entendimiento.

Y, entretanto, el joven príncipe Schater-Mohammad fue a besar la mano de su padre, y le suplicó que olvidara sus impresiones desagradables para no pensar más que en el gusto que le iba a dar la tercer bandeja.

Y el sultán, al oír aquello, llegó al límite de la cólera y de la indignación, y exclamó:
"¿Qué dices, ¡oh Schater-Mohammad!? ¿Te burlas de tu anciano padre? ¿Que toque yo ahora a los manjares preparados por la tortuga, cuando los preparados por dedos de mujeres son ya tan horribles y tan espantosos? Bien veo que entre los tres ha­béis jurado hacer estallar mi hígado y darme a beber de un trago la muerte".

Pero el joven príncipe se arrojó a los pies de su padre, y le juró por su vida y por la verdad sagrada de la fe que la tercer bandeja le haría olvidar sus tribulaciones, y que él, Schater-Mohammad, consentía en tomarse todos los manjares si no eran del agrado de su padre.

Y suplicó y rogó e insistió e intercedió con tanto fervor y tanta humildad en favor de la bandeja, que el rey acabó por dejarse ablandar, e hizo seña a un esclavo para que levantara la tapa de la tercer bandeja, mientras pronunciaba la fórmula: "¡Me refugio en Alah el Protector!"

Pero he aquí que, al ser levantada la tapa, se desprendió de la bandeja de la tortuga un tufillo compuesto de los más suaves aromas de cocina, y tan exquisito y tan deliciosamente penetrante, que en el mismo momento se dilataron los abanicos del corazón del sultán, y se ensancharon los abanicos de sus pulmones, y se estremecieron los abanicos de sus narices, y le volvió el apetito desaparecido desde hacía tanto tiempo, y se abrieron sus ojos y se aclaró su vista.

Y se le puso sonrosado el color y reposado el aspecto de su rostro.

Y estuvo comiendo sin interrupción durante una hora de tiempo.

Tras de lo cual bebió un excelente sorbete de almizcle y nieve machacada, y regoldó de gusto varias veces con regüeldos que partían del fondo de su estómago satisfecho.

Y en el límite de la holgura y del bienestar, dio gracias por Sus beneficios al Retribuidor, diciendo: "¡Al Gamdú lilah!"

Y no supo cómo expresar a su hijo pequeño lo satisfecho que estaba de los manjares cocinados por su esposa la tortuga.

Y Schater-­Mohammad aceptó las felicitaciones con modestia para no dar envidia a sus hermanos e indisponerlos contra él.

Y dijo a su padre: "¡Esto ¡oh padre! no es más que una pequeña parte de los talentos de mi esposa! ¡ Pero, si Alah quiere, día llegará en que le sea dado merecer con más razón tus cumplimientos!".

Y le rogó que, puesto que estaba satisfecho, fuese en lo porvenir la tortuga quien quedase encargada únicamente de suministrar todos los días las bandejas de manjares.

Y el sultán aceptó, diciendo: "De todo corazón paternal y afectuoso, ¡oh hijo mío!"

Y con aquel régimen se restableció completamente. Y también se le curaron los ojos.

Y para celebrar su curación y el recobro de su vista, el sultán dio en palacio una gran fiesta, con un festín magnífico, al cual convidó a sus tres hijos con sus esposas.

Y las princesas se arreglaron como mejor pudieron para presentarse al sultán de modo que hiciesen honor a sus esposos y les blanquease el rostro ante su padre.

Y la enorme tortuga también se arregló para que blanquease en público el rostro de su esposo a causa de la hermosura de su atavío y de la elegancia de su indumentaria.

Y cuando estuvo ataviada a su gusto, mandó a su servidora de confianza que fuese a ver a la mayor de sus cuñadas para rogarle que prestase a la tortuga el pato grande que tenía en su corral, porque la tortuga se proponía ir al palacio a caballo sobre tan hermosa montura.
Pero la princesa le contestó, por la mediación de la lengua de la servidora, que si ella, la princesa, tenía un pato tan hermoso, era para servirse de él para su propio uso.

Y al oír esta respuesta, la tortuga se cayó de trasero a fuerza de reír, y envió a la servidora a casa de la segunda princesa con encargo de pedirle, en calidad de simple préstamo por un día, el gran macho cabrío que le pertenecía.

Pero la servidora volvió al lado de su ama para transmitirle con su lengua una negativa acompañada de palabras agrias y comentarios desagradables.

Y la tortuga se convulsionó y se bamboleó y llegó al límite de la dilatación y de la holgura.

Y cuando llegó la hora del festín, y las mujeres de la sultana, por orden de su ama, se colocaron ordenadamente ante la puerta exterior del harén para recibir a las tres esposas de los hijos del rey, vieron alzarse de improviso una nube de polvo que se acercó rápidamente.

Y en medio de aquella nube apareció en seguida un pato gigantesco que corría a ras del suelo, espatarrado, con el pescuezo estirado; agitando las alas, y llevando a su lomo, encaramada de cualquier manera y con la cara demudada de espanto, a la primera princesa.

E inmediatamente detrás de ella, a caballo sobre un macho cabrío bramador y revoltoso, toda cascarrienta y polvorienta, aparecía la segunda princesa.

Y al ver aquello, el sultán y su esposa se disgustaron en extremo, y se les puso muy negro el rostro de vergüenza y de indignación.

Y el sultán rompió en reprimendas y reproches contra ellas, diciéndoles: "¡He aquí que, no contentas con haber querido mi muerte por asfixia y envenenamiento, queréis que sea yo la burla del pueblo, y comprometernos a todos y deshonrarnos en público!".

Y la sultana también las recibió con palabras airadas y ojos atravesados.

Y no se sabe lo que habría sucedido si no hubiesen anunciado la proximidad del cortejo de la tercera princesa.

Y el corazón del sultán y el de su esposa se atemorizaron; porque se decían: "Si han venido de este modo las dos primeras, que pertenecen a nuestra especie de seres humanos, ¿cómo va a venir la tercera, que pertenece a la raza de las tortugas?".

E invocaron el nombre de Alah, diciendo: "¡No hay recurso ni refugio más que en Alah, que es grande y poderoso!" Y esperaron la calamidad, conteniendo la respiración ...

Y he aquí que primero apareció en el meidán un equipo de corredores anunciando la llegada de la esposa del príncipe Schater-Mohammad.

Y en seguida avanzaron cuatro hermosos sais vestidos de brocado y de espléndidas túnicas con mangas que les arrastraban, gritando, con una larga vara en la mano: "¿Paso a la hija de reyes!".

Y apareció el palanquín, recubierto de estofas preciosas de hermosos colores, llevado en hombros de sombríos negros, y fué a detenerse al pie de las gradas de entrada.

Y salió de él una princesa vestida de esplendor y de belleza, a quien nadie conocía.

Y como esperaban que también se apease la tortuga, creyeron que aquella princesa era la dama de honor.

Pero cuando vieron que subía sola la escalera y que el palanquín se alejaba, se vieron obligados todos a reconocer en ella a la esposa de Schater-Mohammad, y a recibirla con todos los honores debidos a su rango y con toda la cordialidad deseable.

Y el corazón del sultán se dilató de satisfacción a la vista de aquella belleza, de su gracia, de su tacto, de sus buenas maneras y de todo el encanto que emanaba de ella y del menor de sus gestos o movimientos.

Y como había llegado el momento de tomar parte en el festín, el sultán invitó a sus hijos y a las esposas de sus hijos a situarse en torno de él y de la sultana.

Y empezó la comida.

Y he aquí que el primer manjar servido en la bandeja fué, como es de rigor, un gran plato de arroz cocido con manteca.

Pero antes de que nadie tuviese tiempo de probar un bocado, la hermosa princesa lo alzó por encima de ella y se lo vertió todo entero en los cabellos.

Y en el mismo momento todos los granos de arroz se convirtieron en perlas, que corrieron a lo largo de los hermosos cabellos de la princesa y se esparcieron a su alrededor y cayeron al suelo haciendo un ruido maravilloso.

Y sin dar tiempo a que los convidados hubiesen vuelto de su asombro frente a prodigio tan admirable, la princesa cogió una sopera grande que contenía un potajeverde y espeso de mulukhia, y se lo vertió tal como estaba sobre la cabeza.

Y el potaje verde se transformó al punto en una infinidad de esmeraldas del agua más hermosa, que corrieron a lo largo de sus cabellos y de sus vestidos, y se desparramaron en torno a ella, mezclando en el suelo sus hermosas tonalidades verdes con los albores puros de las perlas.

Y el espectáculo de aquellos prodigios maravilló en extremo al sultán y a los convidados.

Y las servidoras se apresuraron a poner en el mantel del festín otras bandejas de arroz y de potaje de mulukhia.

Y las otras dos princesas, muy amarillas de envidia, no quisieron quedar oscurecidas por el éxito de su cuñada, y cogieron a su vez los platos de manjares.

Y la mayor cogió el plato de arroz, y la segunda el plato de potaje verde. Y se los vertieron, respectivamente, en su propia cabeza.

Y el arroz siguió siendo arroz en los cabellos de la una y se le pegó de un modo terrible a la cabeza, pringándola.

Y el potaje verde siguió siendo potaje, y corrió por los cabellos y la cabeza de la otra, revistiéndola por entero de una capa verde semejante a la boñiga de vaca, pegajosa y horrible en extremo.

Y al ver aquello, el sultán se disgustó hasta el límite del disgusto, y mandó a sus dos nueras mayores que se levantaran de la sala para ponerse lejos de su vista.

Y les manifestó que no quería volver a verlas más, ni percibir su olor siquiera.

Y ellas se levantaron en aquella hora y en aquel instante, y se fueron de la presencia de él, con sus esposos, avergonzadas, humilladas y asqueantes. ¡Y esto es lo referente a ellas!

Pero en cuanto a la princesa maravillosa y a su esposo el príncipe Schater-Mohammad, se quedaron solos en la sala con el sultán, que los besó y los estrechó contra su corazón efusivamente, y les dijo: "¡Vosotros solos sois mis hijos!" .

Y al instante quiso inscribir el trono a nombre de su hijo menor, y congregó a los emires y a los visires, e inscribió ante ellos el trono sobre la cabeza de Schater-Mohammad, en calidad de herencia y sucesión, con exclusión de sus demás herederos.

Y les dijo a ambos: "Deseo que en adelante habitéis conmigo en palacio, porque sin vosotros me moriría indudablemente".

Y contestaron ellos: "¡Oír es obedecer! ¡Y tu deseo está por encima de nuestra cabeza y de nuestros ojos!"

Y la princesa maravillosa, para no verse tentada a volver a tomar su forma de tortuga, que podía ocasionar alguna emoción desagradable al viejo sultán, dió orden a su servidora de que le llevase el caparazón que había dejado en casa.

Y cuando tuvo el caparazón entre las manos, le prendió fuego hasta que se consumió.

Y desde entonces permaneció siempre bajo su forma de princesa. ¡Y gloria a Alah, que la dotó de un cuerpo sin defecto, maravilla de los ojos!.

Cuento árabe.

martes, 22 de septiembre de 2009

32.000 vírgenes

Bien volviendo con mis "aventuras" en la Biblia, más concretamente en el viejo testamento, en números 31- 14 y siguientes,. vemos como las gastaba Moisés, eso si inspirado por Yavé.


En pleno Exodo, los israelitas, se dedican a robar y apoderarse de tierras, eso si "prometidas" por su dios.

Una de sus "razzias" es contra los madianitas.

Y el Viejo Testamento nos cuenta:

"les dijo: ¿porqué habéis dejado con vida a las mujeres?,
fueron ellas las que por consejo de Balam arrastraron a los hijos de Israel a ser infieles a Yavé en lo de Fogor".

"Matad de los niños a todo varón y de las mujeres a cuantas han conocido lecho de varón, y las que no han conocido lecho de varón (vírgenes), reserváoslas"......

Después de repartirse el botín conseguido, en Números se no da la siguiente cifra: 32.000 mujeres que no han conocido varón.......o sea niñas, que serán repartidas entre los que han participado en la "guerra".

lunes, 21 de septiembre de 2009

X'acarrere Ou

Bueno uno de los grupos del pueblo.......Bajoqueta rock, la canción X'acarrere Ou.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Tres deseos


Mariano Fortuny..........Odalisca.


Cierto hombre, espero toda su existencia un milagro, y una noche los dioses abriendo el cielo ante él, le concedieron tres deseos.

Entonces consultó con su mujer pidiéndole consejo sobre lo que tenia que pedir.

Ella contestó: "¡Oh, hombre, la perfección del hombre está en su miembro!, pide pues, a los dioses, que te lo agranden y refuercen".

El tendió sus manos al cielo y exclamó: "¡Oh dioses agrandad mi miembro y reforzarmelo!".

De pronto su miembro se volvió grande como una columna y no podía moverse, ni sentarse, ni acostarse.

Y le espetó a su mujer: "¡ Mujer maldita, ¿que puedo hacer?, toda la culpa es tuya, por tu estratagema, por el deseo voluptuoso que te inspiro".

Ella respondió: "No, yo no quería una cosa tan grande, que ni puede pasar por la puerta, pide a los dioses que te la disminuyan".

El hombre elevo a los dioses los ojos de nuevo y pidió: "¡Libradme de este miembro demasiado grande!".

Inmediatamente, su miembro desapareció totalmente, al verlo su mujer, le dijo: "Ahora no quiero saber nada de ti, pues te has convertido en un eunuco".

Y él cansado le contestó: "Todo esto me sucede a causa de tu desastroso consejo y tu juicio estúpido, los dioses me habían concedido tres deseos, con los cuales habría podido gozar de los bienes de este mundo y del otro; en cambio dos deseos solo me han reportado la pérdida de mi miembro, a causa de tu voluptuoso deseo, ahora solo puedo pedir un deseo.

Ella replicó: "Entonces ruegale a los dioses, que te devuelvan el miembro tal como era".

El molesto, rogó a los dioses de nuevo, pidiéndoles que le devolvieran su miembro con su tamaño habitual, así por el mal consejo y la falta de ingenio de su mujer, el hombre perdió los tres deseos.

Cuento árabe.

Esculturas inusuales XIX


Un pequeño homenaje al ciclismo.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Karakuri

En el Japón durante el periodo Edo (1603-1867) se afirma que comenzó la investigación de la robótica moderna, con la creación de las Karakuri Ningyo.

La palabra Karakuri significa artefacto, sistema o mecanismo, mientras que Ningyo significa muñeca.

Este nombre se le daba a unos mecanismos ingeniosos que utilizaban muñecas, varios tipos de figuras y piezas con una increíble precisión mecánica que le otorgaba movimientos repetitivos y sincronizados.

Sus comienzos datan del siglo VII, cuando un novedoso artefacto llamado “carro que apunta al sur” que llego procedente de China como regalo al emperador japonés en el 658, este aparato era una carreta que traía un muñeco que sin importar hacia donde movieran la carreta, siempre señalaba hacia el sur. (posiblemente la primera brújula).

El Yumihiki Doji o "Muchacho Arquero" es considerado el pináculo del Karakuri, los autómatas mecánicos del período Edo en Japón.

Recoge una flecha y dispara a un objetivo, repitiendo el movimiento hasta 4 veces,

Este muñeco fue fabricado por Hisashige Tanaka (1779-1881) y es considerado una de las mas bellos y sofisticados, pues su mecanismo es muy complejo.

El arquero tiene a su lado una base semi-redonda con cuatro flechas, las toma una a una y las pone en el arco, mueve su cabeza como apuntando, y dispara a un blanco a unos 2 metros de distancia, todo esto sin ninguna ayuda, una de cada diez flechas sale errada, y esto es a propósito, busca con ello crear un elemento de incertidumbre en el público.

Su cara lleva una máscara similar a las utilizadas en el teatro Noh, y sus movimientos son estilizados como los actores de este mismo, de esta manera el espectador tiene la sensación de saber que es lo que este muñeco siente, imaginándose su alegría al dar al blanco, o su tristeza al no acertar, esto logra hacer más atractiva su presentación.

IFIS

Ifis, nació niña, en contra de los deseos de su padre Ligdo, que al saber que su esposa, Teletusa, estaba embarazada le hablo así:

"Dos cosas hay que yo solicitaría de la divinidad: que te veas libre de esto con el menor dolor, y que des a luz un varón, la otra condición es más gravosa; si llega a suceder que de tu parto es alumbrada una hembra, a disgusto te lo encargo, perdoname, que se le dé muerte".

La decisión de Ligdo es firme y aunque Teletusa intenta hacerle cambiar muchas veces de opinión no lo logra.

Una noche en sueños se le aparece Isis, acompañada por el cortejo de sus misterios, en la frente tiene los cuernos de la luna, con ella están Anubis, Bubastis, también el que reprime la voz y ordena silencio con el dedo, y el nunca suficientemente buscado Osiris y la diosa le habló así:

"Teletusa, que formas parte de las que me son fieles, abandona tus preocupaciones y olvida el encargo de tu marido, no dudes en criar lo que alumbres, sea lo que sea, pues yo soy la diosa del socorro y otorgo mi ayuda cuando se me invoca, y no lamentaras el haber venerado a una divinidad ingrata".

A la mañana siguiente se levantó alegre y llegado el momento del parto, nació de ella una hembra sin que el padre se enterara, ordenando que la criaran afirmando falsamente que era un niño.

Fue creída y solo la nodriza estaba enterada del engaño, Ligdo cumpliendo sus votos, le pone el nombre del abuelo: Ifis.

Teletusa se alegra pues el nombre era común para los dos sexos y con su uso nadie podría quejarse de fraude.

Así comenzó el fraude, y siguió oculto bajo una piadosa falsedad.

El atavio era de niño, el rostro tal, que lo mismo se podía atribuir a un niño que a una niña, para ambos era hermoso.

Todo transcurría lentamente y a una estación le sucedía otra, hasta que un día su padre, considerando que tenia ya edad para casarse, lo prometió a la rubia Iante, que era la muchacha más admirada entre las de Festo por el don de la belleza.

La misma edad tenían ambas, la misma belleza y de los mismos maestros recibieron enseñanza.

Así el amor, tocó los inexpertos corazones de ambas y produjo igual herida, aunque las esperanzas no eran iguales:
Iante desea el matrimonio y más el momento de la realización de la alianza, creyendo que su futuro marido es un hombre.
Ifis por su parte, ama a Iante, a quien no sabe como gozar, esto acrecienta sus ardores y se abrasa.

Mujer por una mujer, hombre en cuerpo de mujer, piensa:

¿Que fin me espera, si estoy poseída por un ansia que nadie ha conocido, y cuyo objeto es un amor imposible?.

Ni la vaca se siente inflamada por el amor de una vaca, ni las yeguas por el de las yeguas; inflama el carnero a las ovejas, tras el ciervo va su hembra.

También las aves se aparean así, y entre todos los animales no hay ninguna hembra que sea arrebatada por la pasión hacia una hembra.

Quisiera no serlo yo, sin embargo, para que Creta no sea privada de producir toda clase de monstruosidades, la hija del Sol (Pasifae) amó a un toro, aunque en todo caso era una hembra que amaba a un macho.

Mi amor, si he de decir la verdad, es más frenético que aquel, ella por lo menos fué tras la esperanza de los placeres del amor, ella. por lo menos y gracias a la falaz apariencia de vaca, recibió al bovino semental, y tuvo así un galán a quien engañar.

Y si Dédalo regresara aquí volando con sus alas de cera, ¿que podría hacer?, ¿podría convertirme de mujer a hombre con su ingeniosa técnica?, ¿te transformaría a ti, Iante? ¿por qué, no fortalezco mi alma y me recupero, arrojando estos ardores necios y desprovistos de razón?.

Mira lo que has nacido, a menos que te engañes también a ti misma y aspira a lo que te es licito, amando lo que debes amar siendo hembra.

La esperanza es lo que provoca el amor y la esperanza es lo que lo alimenta, y a ti la realidad te priva de la esperanza.

No es una guardia lo que te priva del anhelado abrazo, ni la vigilancia de un marido prevenido, ni la dureza de un padre, ni es ella quien rehusa entregarse a tus solicitudes, y sin embargo no te es posible llegar a poseerla, ni seria feliz aunque todo te fuera favorable y aunque en ello se esforzaran los dioses y los hombres.

Incluso en este momento de los anhelos que tengo formulados solo hay una parte que no sea una realidad, y los dioses, propicios para mi, me han dado cuanto he pedido, y lo que yo quiero lo quiere mi padre, lo quiere ella y también mi futuro suegro.

Pero no lo quiere la naturaleza, mas poderosa que todos ellos y la que me perjudica.

Y he aquí que es inminente el ansiado momento, se aproxima el día de mis nupcias e Iante va a ser mía............y no la tendré, pasaré sed en medio de las aguas.

Juno e Himeneo ¿para que venís a esta ceremonia en la que ambas somos novias?.

Mientras a Ifis le atormentan estos pensamientos, Iante se abrasa con más moderación y reza, pidiendo a Himeneo que acuda con presteza.

En cambio Teletusa, teme lo que desea Iante, después de haber aplazado la fecha, fingiéndose enferma y poniendo mil excusas, y ya agotadas todas las posibilidades de retrasar más el enlace, y a falta de un día, no sabe que hacer.

Así que cogiendo a su hija de la mano la lleva al templo de Isis y quitandose ambas la redecilla de su cabellos, se abrazan al altar con los cabellos sueltos, dijo:

"Isis, socorrenos y libranos de nuestro temor, a ti, diosa que en otro tiempo tome nota de tus ordenes en mi alma que no he olvidado; si ella ve la luz, si yo no he sufrido castigo, todo eso tú lo planeaste y a ti te lo debo; por ello te lo suplico, compadecete de las dos y prestame tu auxilio".

Las lágrimas siguieron a sus palabra, entonces, la diosa movió el altar y temblaron las puertas del templo, resplandeciendo los cuernos que semejan la luna repiqueteando el sistro.

Salieron del templo no sin inquietud y conforme caminan, Ifis, a pasos mayores de los que acostumbraba, su rostro ya no es tan blanco, sus fuerzas aumentan, acortándose la longitud de sus cabellos, haciéndose su fisonomía más enérgica.

Ofrecieron presentes al templo y añadieron una inscripción:

"Siendo un muchacho ha entregado Ifis los dones que prometió cuando era una mujer".

Al día siguiente el joven Ifis entro en posesión de su adorada Iante.