
Alrededor de 1700, un almacenero de Dundee, (Escocia) llamado James Keiller, compró un gran cargamento de naranjas amargas, pensando hacer un buen negocio.
Le salio mal y no pudo venderlas, así que cuando empezaron a pasarse, su mujer Janet pensó que en vez de tirarlas, mejor seria ponerlas en conserva y así lo hizo.
Poco tiempo después esta deliciosa creación estaba en todas las casas.
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