La corte comienza la sesión y el juez se quita la toga.
Mientras, el comisario saca la lista del supermercado y empieza a enumerar con voz monótona:
-Patatas, dos kilos.
-Huevos, media docena.
-Perejil, un atado...
El niño que está mordiéndole la pierna empieza a sangrar por las encías.
-...Alcachofas, cinco.
-Dos bolsas de hielo.
-Un cepillo dental.
La mujer de pelo púrpura no puede dejar de sonreír. Contiene la respiración y arroja una tostada de tuétano al jurado. No es mi culpa, piensa.
Un perro irrumpe en la sala y atrapa la tostada en el aire. Con un agudo quejido, estalla en el acto.
Todo huele a jazmín y azahar recién cortado.
-Es el olor de la mañana -observa el niño al coger el martillo, empinarse y darle al comisario en la nuca.
La voz monocorde continúa enumerando.
-..lechugas,
-nabos,
-pimientos...
El juez parece muerto.
La señora del pelo purpura carga al niño sobre sus hombros y este bendice a los asistentes haciendo una señal con el dedo meñique.
La toga, triste y arrugada, se va reptando veloz por las paredes.
Se levanta la sesión y el público encadena sus pasos hacia la salida.
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