miércoles, 12 de agosto de 2009

El algarrobo

Un pequeño cuento de verano.

Erase una vez, un labrador valenciano al que todas las cosas le iban mal, la buena suerte al parecer, había abandonado a aquel hombre.

Cuando perdió la hacienda que le dejaron sus padres, un día, desesperado y viéndose en la miseria, exclamó con las fuerzas que le quedaban:

-¡daría mi alma al diablo!.

Al momento, como nacido en el mismo aire, apareció ante el un extraño caballero vestido de negro desprendiendo un ligero olor a azufre.

-¿Qué has dicho?.

-¡Qué daría mi alma al diablo!

-¿Por qué? preguntó.

-Porque antes de verme en la miseria prefiero cualquier cosa.

-Pues, entonces aquí me tienes.

-¿Tú? ¿Tú eres el Diablo?, ¡No te creo!, ¿Me estas engañando?.

-¿Acaso no has visto que he aparecido de la nada?, Pídeme lo que desees y té lo concederé...

-¡Dinero mucho dinero!... pidió el labrador.

-De acuerdo lo tendrás, le aseguro el Diablo.

Y se mostró dispuesto a satisfacer su deseo, si, transcurrido cierto tiempo, le entregaba su alma, ofreciéndole una bolsa de la cual podría sacar el dinero que se le antojase.

El labrador acepto la transacción prometiéndole entregar su alma y su cuerpo, siempre y cuando no hubiese algarrobas en el algarrobo.

Así que pasó el invierno y la primavera.

El labrador era más rico de lo que jamás pudo soñar; disfrutando alegremente de su fortuna

Hasta que llego Agosto y el calor hizo madurar las algarrobas.

Cuando se hubo terminado la recolección, el diablo se presento de nuevo.

Pero, al contrario de lo que pensaba, no fue recibido con lamentos, ni gritos de desesperación, como solía ocurrir en circunstancias semejantes, sino con buen humor cosa que le hizo sentirse algo preocupado ante tal recibimiento.

Como el labriego no parecía enterarse de que había llegado la hora de cumplir su pacto, el Diablo le dijo que no quedaba por recoger ni una algarroba en toda la comarca.

Entonces, como uno decía que se había cumplido el trato convenido y el otro porfiaba que no, decidieron dar una vuelta por el campo.

-¿Ves como no ha quedado ni una algarroba?. dijo el diablo mirando en su entorno.

El labrador, señalando las tiernas algarrobas, las que brotan por San Juan, después de que el árbol florece por la primavera, exclamo:

- ¿Y eso que es?

Cuando Dios quiera que en un año no nazcan, ven a por mí, pero mientras antes de madurar un fruto este otro en camino, no se cumplirá el pacto.

El diablo burlado y echando fuego por nariz y boca, se marcho furioso, maldiciendo al árbol por culpa del cual había sido engañado.

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