domingo, 2 de septiembre de 2012

Monja alférez

Anónimo, atribuido a Juan van der Hamen 1626
Catalina de Erauso, nació en San Sebastian el año 1595, hija de familia hidalga y pobre, por lo cual a los 4 años fue recluida en un convento, refugio para muchachas sin dote  y de familia que no consideraba digno el trabajo, según costumbre de la época.

A los 15 años huyó del convento que consideraba una prisión, disfrazada de muchacho entrando al servicio de don Francisco de Cárdenas, amigo de su padre el señor de Erauso, presentándose como sobrino de éste.

Un día su padre visito a su amigo y Catalina temiendo que la reconociera y la enviara otra vez al convento, huyo a Valladolid, donde tras mil peripecias apareció en Sevilla donde se enroló como soldado en las compañias que iban a América con el nombre de Alonso Díaz y Ramírez de Guzmán.

Con tan mala suerte que el barco en que viajaba se hundió frente a las costas de América, salvándose junto con el cofre que contenía los sueldos de la tripulación.

Un tendero de la población de Paita, la acogió viendo que sabia leer y escribir, encargándole la contablidad del negocio.

Al tiempo sucedió que en una riña en la tienda hirió a uno de los clientes, por lo que fue detenida, por suerte la hermana del herido, que más o menos estaba enamorada de él, creyéndola hombre, le ayudo a huir.

Huyo en una barca con la suerte que en alta mar un galeón la recogió desembarcandola poco después en otra población, alejada de Paita, donde la justicia la reclamaba.

Buscándose la vida se enroló como soldado, quiso la casualidad que la compañía estaba mandada por su hermano, Miguel de Erauso, y que este parece ser que no la reconoció.

En una de las salidas la compañía fue objeto de una emboscada por parte de los indios en la que el alférez que llevaba la bandera cayó muerto, por lo que Catalina/Alonso recogiendola del suelo peleo abrazada a ella hasta que el ataque fue rechazado.

Por este hecho fue nombrada alférez portaestandarte de los ejércitos de España y de las Indias.

En una de tantas riñas callejeras del Nuevo Mundo, junto a un compañero cruzó espadas contra 4 espadachines, venció, aunque fue herida, refugiandose en un convento de frailes, pero temiendo que descubrieran que era una mujer, huyo, escondiéndose en casa de una joven llamada Juana de Valcárcel, la madre de ésta encantada con el que creía un apuesto alférez le propuso que se matrimoniara con su hija, no pudiendo esconder más su sexo, se escapó de la casa con lo que no tardó en ser detenida, a causa de la pelea, y condenada a muerte.

La suerte le sonrió, porque en el cadalso y con la soga al cuello, el presidente de La Plata mandó detener la ejecución, salvándole la vida, parece ser que a ruegos de la viuda de Valcárcel y su hija, que aún soñaba con matrimoniar con aquel apuesto joven.

Una vez puesta en libertad se las ingenió para darle esquinazo a todos, por lo que volvió a huir, esta vez hacia La Paz.

Una vez allí, nada mas llegar como quien dice, ya estaba metida en otro fregado, al parecer la esposa del corregidor de dicha ciudad le pidió ayuda contra su esposo que la tenía por adúltera, al parecer tenia la espada floja y se metía en líos sin pensar en nada más.

Con razón o sin razón, desenvainó otra vez la espada en defensa de una dama y, además contra la autoridad y según cuenta, huyó perseguida a trabucazos hasta Cuzco donde fue herida de gravedad, buscando refugio en el palacio episcopal donde gritando pidió:

¿Auxilio! ¿Imploro la protección del señor obispo!.

Cayendo desmayada, y con las curas se descubrió su verdadero sexo, por lo que el obispo le pidió explicaciones de su vida y no sabiendo como actuar la envió a España con una carta para el rey.

Cuando Felipe IV leyó la carta del obispo, quiso conocerla, mandándola llamar a su presencia, cosa que hizo, pero, presentándose como alférez portaestandarte de los Ejercitos de España e Indias.

Al rey le impresiono esta presentación declarando que ojala en España hubieran soldados tan valientes como ella, en cuanto a la petición de volver al servicio de la corona y seguir vistiendo de hombre le contestó que a él no le correspondía tal decisión, pues, solo el papa podía darle el permiso correspondiente.

Partió pues a Roma donde Urbano VIII, a recomendación del rey le concedió autorización para vestir de hombre.

Paso mes y medio en Roma, de allí fue a Nápoles, y según cuenta ella misma:

"En Nápoles, un día, paseándome en el muelle, reparé en las risotadas de dos damiselas que parlaban con dos mozos. Me miraban, y mirándolas, me dijo una: «Señora Catalina, ¿adónde se camina?» Respondí: «Señoras putas a darles a ustedes cien pescozones y cien cuchilladas a quien las quiera defender.» Callaron y se fueron de allí".

Una vez conseguido esto, volvió a embarcarse hacia América con el nombre de Antonio de Erauso, a partir de aquí se pierde en la historia, creyéndose que murió en el naufragio del barco que la llevaba de vuelta a América o en una riña callejera.

Pero, lo cierto es que en Nueva España se dedicó a la arriería, y en 1650, en el camino de Veracruz, enfermó y murió.

La vida de esta mujer parece inverosímil aunque parece rigurosamente cierta, aunque algunos eruditos consideran que la "Historia de la monja alférez" escrita por ella mima es apócrifa, ya que se publicó en 1829.

En sus memorias confiesa alguna aventura lésbica, como cuando una ventera la sorprende "andándole a la hija entre las piernas".

Si queréis leer su vida de su propia mano, aquí.

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