lunes, 25 de junio de 2012

La masacre de Jaraguá

Desaparecido Caonabó, su esposa, Anacaona ahora señora de muchas tribus, parece que entendió que solo una paz firme y duradera salvaría a su pueblo.

Los cronistas Mártir de Anglería, Fernández de Oviedo y el Padre Las Casas la describen como una mujer cortés, prudente, palaciega, graciosa en el habla y muy amiga de los españoles.

Para ello y a pesar del desprecio y los continuos abusos de los españoles, intenta estrechar lazos con ellos casando a su hija Higüemota con Hernando de Guevara, matrimonio que prohibe Francisco Roldán, alcalde de La Isabela, quien rebelado contra la autoridad de los Colón, abusa de los indios e impone onerosos tributos.

No obstante está convencida de que es posible que los dos pueblos coexistan, aunque los nubarrones se ciernen sobre su pueblo.

Pero Nicolás de Ovando a la sazón gobernador de Santo Domingo se encamina a sus dominios, según se cree el motivo es una denuncia, (es la excusa) muy posiblemente falsa, que la acusa de conspiración.

Y así Ovando se dirige hacia ella con un pequeño ejército de 300 soldados y 70 jinetes y va a dejar claro lo que piensan los españoles.

Ante la amenaza, Anacaona, que no ve o no quiere ver, y parece, que creía posible la convivencia entre los dos pueblos, intenta limar asperezas y malentendidos entre ella y Ovando, para ello ordena preparar una gran fiesta de bienvenida.

Y ante la inminente llegada, convoca a todos los habitantes de los poblados para  recibirle con grandes demostraciones de alegría y organizando bailes, cantos y juegos de pelota, y lo alojó en la vivienda principal.

Un domingo, Ovando dispuso que los jinetes montasen en sus cabalgaduras con el pretexto de jugar cañas, por lo que Anacaona llamó a su gente para presenciar el espectáculo.

Concluido este, Ovando le pidió que fuese a la vivienda para conversar y les dijo a sus hombres que la cercasen y que, cuando pusiese su mano en el pecho, apresasen a todos los indios, lo que hicieron, incluyendo a Anacaona.

Luego prendieron fuego a la casa, ocasionando la muerte de todos los que estaban dentro.

No satisfechos con esa crueldad, se desparramaron por el pueblo, alanceando a mujeres, ancianos y niños.

Los indígenas que lograron escapar se refugiaron en una pequeña isla llamada Guanabo, pero los españoles los atraparon y los convirtieron en esclavos.

La intención de llevó a Ovando a ordenar esta carniceria fue la de amedrentar a los aborígenes para poderlos someter fácilmente.

Por lo que Anacaona, fue vejada, torturada, colgada y su cuerpo expuesto a los indígenas.

Temiendo el juicio de residencia que se le formaría cuando cesase en sus funciones, instrumentó un proceso contra los indígenas asesinados bajo la acusación de que intentaban rebelarse, del que fueron testigos los mismos que los mataron.

Entre los que logran sobrevivir están la hija de Anacaona, Higüemota, su nieta, Mencia y un sobrino de nombre Guarocuya que es dado a los franciscanos que lo bautizan con el nombre de Enriquillo, y un líder tribal, del cual ya hablare, llamado Hatuey.

Este Enriquillo, ya mayor, lideró una rebelión entre 1520 a 1533 en el Bahoruco, hasta que firmó la paz ante un enviado de Carlos V.

Este episodio (uno más en el nombre de España y de la Iglesia es una pequeña muestra de las barbaridades que se hicieron en aquellas tierras), se le conoce como la masacre de Jaraguá y marcó el ocaso de los indios taínos de La Española.




“Los latinos del siglo XVI, nosotros, fueron unos fanáticos ignorantes que todo lo cifraban en el derecho de conquista del guerrero valeroso que gana honor y hacienda con las armas.”
Juan Eslava Galán. La Historia de España contada para escépticos. P. 156

2 comentarios:

Arlen Rous dijo...

Demasiada crueldad!

Ata dijo...

Señores, matanzas las hubo, las hay y las habrá, en todos los bandos. Por poner un ejemplo, en 1837, el estado mexicano de Chihuahua aprobó una ley que ofrecía una recompensa por el cuero cabelludo indio. Por los hombres indios $ 100, las mujeres indias $ 50, y los niños indios $ 25. Un trabajador de la llanura podría trabajar todo el año y no llegar a ganar $ 100, por lo que le era más rentable asesinar a nativos.