miércoles, 20 de junio de 2012

Apresamiento del señor de Maguana

Colón en su segundo viaje, de regreso a La Española (Santo Domingo) encontró el fuerte de la Navidad destruido por los indios.

Según se supo poco después habían sido atacados por los indígenas comandados por Caonabó, hartos de las injusticias de aquellos a quien consideraban dioses, y, según Fernandez de Oviedo los indios obraron de esta manera:

"Los Señores de la isla antes que se moviesen a su rebelión quisieron experimentar y salir de la duda si eran o no mortales (...) Los indios tomaron a un cristiano y ahogándole y después que estuvo muerto decíanle: levántate y le tuvieron así tres días, hasta que olió mal. Y después que se certificaron que eran mortales, tomaron atrevimiento e confianza para su rebelión , e pusieron obra en matar cristianos e alzarse".

Los indios habían comprobado ya en sus carnes que aquellos hombres que al principio tomaron por dioses, barbudos, extraños en sus maneras, con aquellas cotas plateadas y el cuero que los cubría, no eran muy diferentes a ellos pues estaban constituidos de carne y hueso.

Y aunque al principio parecían amigos, no reparaban en matar por matar, buscando oro como posesos.

Caonabó señor de Maguana decidió acabar con todo aquello, una vez más, reuniendo a todos los caciques de Higüey a Saragua, del Yuna, del Neira y de San Juan, a Guarionex cacique de la Vega, de Samana y Niti, prácticamenta a toda la Española, las crónicas dicen que reunió a más de 100.000 guerreros, para echar de nuevo a aquellos extranjeros al mar.

Con esta fuerza una noche atacó el fuerte de Santo Tomás, del que era Alcaide, Alonso Ojeda, que con apenas 50 hombres rechazó el primer ataque, Caonabó viendo que no podía tomar el fuerte con un ataque directo, pues los falconetes y las espingardas hacían mucho daño a las filas de los indios procedió a sitiarlo, esto duró un mes, en que los defensores salían de vez en cuando a buscar comida no sin librar batalla, hasta que Colón avisado llegó con refuerzos.

Se decidió entonces presentar batalla y de hecho fue la primera batalla "regular" contra los indios del Nuevo Mundo, esto ocurrió el 25 de Marzo de 1496, en ella los españoles con las bombardas hicieron grandes huecos en las filas de los indios, después con los mosquetes y espingardas herían a multitud de indios, pero, aún así parecía leve daño ante tantos que llenaban el horizonte de flechas, hasta que Ojeda con una veintena de jinetes seguidos de una jauría de perros de presa, descendió de una colina a la llanura en la que se libraba el combate penetrando en la masa de indios, la espada siempre adelante, esto fue definitivo los indios se dispersaron en masa, con la consiguiente matanza de fugitivos.

Todos los jefes huyeron a sus dominios, lo que aprovecho Colón para mandar a Ojeda que apresase al que era de hecho el jefe de todos, Caonabó.

Y este escogiendo seis jinetes, atravesó los dominios indios internándose en la Maguana donde se halaba el poblado de Caonabó, este lo recibió amablemente, pues en los indios no había doblez, cosa que por lo que se ve había comprendido Ojeda, y de ello iba a aprovecharse.

Ojeda que ya farfullaba algo de su lengua invitó al cacique a montar su caballo, diciéndole que era el digno asiento de un rey como él, pues un rey debía tener un caballo para ser igual a los semidioses llegados del mar, pero antes Ojeda le pidió que debía bañarse en el rió a modo de purificación, ya que los reyes castellanos no montaban en sus corceles sin purificarse antes en las aguas de una cisterna o de un rió, a lo que Caonabó aceptó.

Pareció la cosa lógica, que menos que un baño sagrado para montar aquellas extrañas criaturas, era lo que Ojeda esperaba, Caonabó se separaría de su gente, aunque su mujer Anacaona le previno "no vayas", pero él, acaso no era un rey, y, por tanto debía cabalgar como los reyes allende del mar.

Solo tres o cuatro indios ceremonialmente siguieron a Caonabó, este entró y salió del agua, solemne como una divinidad, Ojeda observaba todo con una enigmática y burlona sonrisa, entonces Caonabó montó en el corcel y Ojeda, presto, montó a las grupas del caballo enseñándole a Caonabó unos grilletes bien pulidos de latón, que los indios apreciaban más que el oro y diciéndole que debe ponérselos en pies y manos pues los reyes nunca subían a caballo sin tan apreciados adornos, emblema de su soberanía, Caonabó acepta a ir tan ricamente adornado y Ojeda le pone los grillos, aprieta la cerradura y con un habil movimiento pasa a Caonabó de la silla a la grupa, y espoleando al animal, ponen los españoles tierra por medio, llevando a tan insigne prisionero a La Española.

Trasladado a España este bravo guerrero desapareció de la historia al hundirse el barco que lo transportaba.

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