martes, 9 de junio de 2009

Que solos

Llevo esperando con la sangre rota
de tanto presentir que no te encuentro,
tres días con sus noches de tormento.

Tengo reseca de ansiedad la boca.

No llegan tus noticias a mi puerta,
ni el soplo del viento dice nada.

Me parecen que las horas están muertas
que la luz no florece, ni se apaga,
que no camina el tiempo,
que no amará en los lagos de mis ojos
la forma imaginaria de tu aliento.

He llegado muy tarde a tus rastrojos
deseoso de regarte y relucirte,
de cancelar que fuiste mala hierba.

Tú desdeñas mi retorno y me destierras
enojada por lo mucho que perdiste.

Esto me lo dice tu retraso,
la falta que no entiendo de tus cartas,
las ansias de esconderte en unos brazos,
llenos de ganas de manchar tu falta.

Has conseguido renovarte ante los buenos,
aparentando ser martir a tu pecado,
pero yo, que tus besos he labrado,
¿no voy a saber la pureza de tu cieno?.

Todo ha sido un teatro por ti hecho,
segura de que yo, no volvería
y así regalar tu celosía,
a la sombra de la parra de otros lechos.

Y yo, como al marchar, indiferente
después de apagarte en mi cancela.

Pero un día y otro día, tanta gente,
me hablaba de tu llanto y de tu pena,
que he vuelto a venerarte como siempre,
mancillando mi honor al regresarte,
acibando en mi pecho el hormigueo,
que siente el corazón por perdonarte.

He vivido los áureos deseos
de formar nuestra casa y nuestro huerto.

No han nacido y tú ya me los has muerto
No has tenido un gesto delicado

Has vuelto a fenecer en el añil
de un esfuerzo envejecido y alocado
pero siempre tú pensaras en mí

Seré yo quien tu fuego cicatrice
cuando un beso te robe tu cortejo.

Yo seré el crisol que te idiotice
cuando lánguida te entregues a otro espejo.

Iras siempre imaginandote en mis brazos
y no darás con tu amante un solo paso
sin añorar mis celos y cuidados.

Yo, en tanto contento, voy descalzo.

Paréceme que aún en todo existes
¡Que solos hemos quedado!
¡Que solos y qué tristes!.

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