miércoles, 4 de julio de 2012

Perros



Se ha escrito muchisimo sobre el efecto que causaban los caballos entre los indígenas del Nuevo Mundo, pero si unimos las jaurías de perros que llevaban en sus razzias los españoles, quizá entendamos el terror que causaban estos dioses blancos entre ellos.

Estos perros fueron muy usados en el Nuevo Mundo e hicieron grandes carnicerías entre las tribus que tuvieron el honor de cruzarse en su camino.

En los anales de la conquista se describe a estos perros, a los que los españoles llamaban Alanos, un mestizaje entre dogo y mastín, y, aunque los indios poseían perros de pequeña talla y cuerpo menudo, estos eran muy diferentes.

Los españoles llamaba Alanos a todos los perros utilizados a fin de pelear ferozmente contra los indios, aunque, en rigor de la verdad, también utilizaron dogos y lebreles.

Estos Alanos eran entrenados para cazar y aterrorizar indígenas y según el padre de las Casas, los españoles acostumbraban a cebarlos con carne de indios.

Asimismo, eran un complemento ideal en la conquista puesto que “olían las emboscadas y adivinaban los indios que acechaban trepados en los árboles; y de noche hacían en los campamentos la guardia más segura y honesta que pudiera desear el capitán más exigente”.
Gracias a ellos era difícil sorprender a los españoles. Además, perseguían a los indios en las huidas.

No obstante su valor como arma de guerra, parece que no fueron utilizados en la conquista de México o en la de Perú, pues los cronistas de Indias no los mencionan.

Pero, en las Antillas, Colombia, Venezuela y Centro América (excluyendo México) fueron ampliamente utilizados, a lo que algún cronista de la época relata que estos perros eran más temidos que los caballos e incluso que las armas de los españoles.

En Nicaragua, Oviedo relata que los indios condenados a muerte eran condenados a ser aperreados:

Así en la plaza de la ciudad de León los indígenas, por rebeldes, eran ajusticiados de esta manera: a cada uno de ellos se les dio un palo y se les dijo que se defendieran de los perros y que los matasen a garrotazos. A cada indio se le echaron cinco o seis perros cachorros que, como inexpertos, saltaban en torno ladrando y recibiendo algunos palos. Cuando el indio creía que ya los había vencido soltaban uno o dos alanos "… que presto daban con el indio en tierra, e cargaban los demás e los desollaban e destripaban e comían del lo que querían…."

Bernardino de Sahagún, escribía que “los indios eran devorados por enormes perros con las orejas cortadas, ojos inyectados en sangre y enormes bocas con dientes en forma de cuchilla”.

Y en las Antillas, se hizo famoso Becerrillo, que era enorme, salpicado de manchas negras sobre un fondo rojo, la nariz negra y los ojos rodeados de pelo negro.

Era tan apreciado por su ferocidad, que se le daba doble ración, y su amo, Juan Ponce de León, recibía un sueldo por los servicios de su perro.

Se dice que era tan inteligente que distinguía los indios mansos de los alzados.

Después de muchos años de servicios, Becerrillo murió de resultas de una flecha envenenada que le dispararon los Caribes en un combate, y que atravesó la colcha forrada en algodón que siempre le ponían sobre el cuerpo para evitar las flechas enemigas.

Vasco Núñez de Balboa también tuvo como compañero de batalla un perro famoso, Leoncillo de nombre, el cual era hijo de Becerrillo, y por el cual cobraba una soldada de ballestero por los servicios del perro en batalla.

El cronista Pedro Martín de Anglería en su obra "Décadas del Nuevo Mundo" describe como Balboa "aperreaba" a  los indígenas sospechosos de sodomía:

"La casa de éste (cacique) encontró Vasco llena de nefanda voluptuosidad: halló al hermano de la cacique en traje de mujer, y a otros muchos acicalados y, según testimonio de los vecinos, dispuestos a usos licenciosos. Entonces mandó echarles a los perros, que destrozaron a unos cuarenta. Se sirven los nuestros de los perros en la guerra contra aquellas gentes desnudas, a las cuales se tiran con rabia, cual si fuesen fieros jabalíes a fugitivos ciervos (...)"

Este Leoncillo, murió envenenado, pues parece ser que Balboa lo usaba de guardián de la "honra" de su amante Caretita, que era pretendida por un marinero, pero esto es otra historia porque los descubridores, adelantados y demás, usaron y abusaron de las indias e indios todo lo que quisieron y más.

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