jueves, 19 de noviembre de 2009

Eureka

Por el año 287 a.c. nació el sabio griego Arquímedes.

Arquímedes vivía en Siracusa regida en aquellas fechas por Hierón II.

La fama de sabio de Arquímedes, el cual había estudiado en Alejandría, era conocida por todos sus paisanos y por supuesto por el rey.

Hasta que un día el rey, que había encargado a un orfebre una corona de oro, cuando la recibió le asaltaron dudas sobre si el artista había usado todo el oro suministrado o por el contrario se había guardado parte de él, sustituyendolo por cobre u otro material, más barato.

Y como no tenía ningún método para averiguarlo, ni nadie le daba ninguna solución, a no ser la de romper la corona, cosa que no quería hacer, pues si no le habían engañado, tendría que volver a encargar otra o a lo sumo repararla, al final recurrió a su pariente Arquímedes.

Así que lo mando llamar y le encargó que sin romper la corona, era capaz de averiguar si era de oro puro o no.

Arquímedes, le dio muchas vueltas al problema sin hallar como conseguir lo que el rey le pedía, hasta que un día encontrándose en un baño público y dándole vueltas a la solución, se fijó en un detalle que siempre le había pasado por alto.

Se dio cuenta que al introducirse en la bañera, el agua de esta se desbordaba.


Por lo que el problema de intentar medir el volumen de la corona, al ser un cuerpo irregular, le vino enseguida a la mente.

Y concluyó, que si el cobre es más ligero que el oro, es decir menos denso, si media la densidad de la corona, y ésta era realmente de oro puro, debía resultar igual a la de un trozo de oro puro.

Pero si era menor, al rey le habían dado gato por liebre.

Entonces desnudo como estaba y sin pensárselo dos veces, saltó fuera de la bañera y, gritando ¡eureka! (lo encontré), corrió a su casa.

Una vez en su casa y sin pérdida de tiempo llenó un recipiente de agua hasta el borde y sumergió la corona, observando que, al meter la corona en el recipiente, el agua que rebosaba era idéntica al volumen que poseía la corona.

Con su genial observación más su inteligencia, la humanidad acababa de encontrar una manera de medir el volumen de los sólidos irregulares.

En cuanto al orfebre, posiblemente no le hizo mucha gracia la perspicacia de Arquímedes, pues lo más seguro es que le costó la cabeza.

2 comentarios:

Nikkita dijo...

Una historia genial, curiosa y anecdótica.
Un saludo

odoagro dijo...

Muchas gracias Nikkita.

Que pases buen fin de semana.