Hermes y Afrodita tuvieron un fugaz desliz y de esta unión pasajera nació un niño al que pusieron por
Afrodita temiendo ser acusada de adulterio, viendo en el niño un testimonio vivo de su pasión, decidió desacerse de él entregándolo al cuidado de las Ninfas del monte Ida que lo criaron y educaron.
Cuando creció abandonó a las Ninfas dispuesto a recorrer la tierra, Hermafrodito era tan bello como su divina madre, aunque él no sentía el ardor amoroso de ella, por lo que ante los encantos femeninos bajaba los ojos.

En esto la Ninfa del lago que no era otra que Salmacis que lo estaba comtemplando, ante la visión de aquel hermoso cuerpo no pudo resistir la pasión, desnudándose, se deslizó en el agua con la intención de (bueno, ya sabéis) conquistar a aquél joven.
Más Hermafrodito se resistía, pues, no deseaba aventuras amorosas, desesperada de no conseguir lo que tanto ansiaba, Salmacis se agarró fuertemente a él, diciéndole:

-¡Te debates en vano, hombre cruel!
Pero Hermafrodito, obstinado, se negaba a satisfacer la pasión de Salmacis, por lo que esta arrastrándolo hacia el fondo del lago le suplicó a los dioses:
- ¡Dioses! ¡Haced que nada pueda separarnos!.
Los dioses escucharon su suplica y los dos cuerpos se fundieron para siempre.

No hay comentarios:
Publicar un comentario