martes, 14 de agosto de 2012

Prostitución III



En China,la prostitución posiblemente surgió como producto de la esclavitud, pues las hordas bárbaras hostigaban incesantemente las fronteras del Imperio y las rebeliones ponían en peligro su unidad.

No debe sorprender que los chinos utilizaran las mujeres de los pueblos vencidos en burdeles militares.

Posteriormente la evolución social hizo de la prostitución una actividad más libre, bajo supervisión de las autoridades.

Dependiendo de las condiciones, belleza y habilidades de la prostituta, ésta podía convertirse en una afamada cortesana y vivir rodeada de lujos o, por lo contrario, vivir en los prostíbulos ubicados en los suburbios de las ciudades, cerca de las tabernas y casas de té.

Dinastia Qing
Era fácil identificar los burdeles.

Bastaba ver los faroles azules con los que ley ordenaba iluminar los centros de prostitución.

Las prostitutas eran llamadas “hadas nocturnas” o “muchachas de jade”.

Estos locales operaban de manera similar a los modernos bares de alterne, donde las chicas toman algo con sus clientes y luego los conducen a sus habitaciones en la parte superior del local.

El nombre, dirección y calidad de las internas de los locales eran conocidos, pues se publicaban guías tanto para clientes como para las mismas prostitutas.

Dinastia Ming

Además de informar a los clientes, los recopiladores aconsejaban a unos y a otros sobre como comportarse en los locales.

Así, a los clientes se les advertía no creer ni en el amor ni las alabanzas del “hada” de turno y a las chicas no ofender a los clientes con comentarios maliciosos sobre el tamaño de su “tallo de jade”, sino, por lo contrario, hacer todo lo posible por hacerles sentir que eran dragones.

En las ciudades portuarias habían burdeles flotantes.

Disnastia Qing
Durante los últimos siglos de esplendor del Imperio chino llegaron a establecerse burdeles exclusivos para los funcionarios públicos.

Este sistema dio pie a innumerables corruptelas y fue abolido, sacándose a la prostitutas de la nómina estatal y prohibiéndose a los funcionarios acudir a los burdeles, bajo pena de muerte.







En el Japón la prostitución sagrada y la profana iban de la mano.

La primera estaba ligada al culto de la diosa Kwan – Non, el
equivalente nipón de Venus en el panteón greco – romano.

Las prostitutas sagradas eran conocidas como “Kikuni” y muchas ellas eran reclutadas de los prostíbulos seculares.

La necesidad de contar con más pupilas para los templos dedicados a Kwan – Non condujo a la creación de barrios rojos, siendo el más conocido de todos el de Yoshiwara, también llamado el mundo flotante.

El mundo flotante no era el paraíso era un lugar en donde el Estado impuso normas simples y prácticas.

Estas eran:
1) La prostitución sólo podía ejercerse en las zonas destinadas a tal fin por el Estado;
2) El tiempo máximo de permanencia en los barrios rojos era de 24 horas;
3) Las pupilas debían ceñirse a un estricto código de conducta;
4) Los locales destinados a la prostitución debían ser sobrios e higiénicos;
5) Los clientes debían identificarse a la entrada y a la salida de los barrios rojos.


A estos preceptos legales hay que añadir el código ético que regía la vida en el Mundo flotante, tomado del budismo Zen: toda acción corresponde a un rito que debe seguirse escrupulosamente.

De este se encargaban las prostitutas y el ejército de servidoras que cuidaban los locales.
Por eso los burdeles sólo podían ser administrados por mujeres, a quienes se les llamaba yarites.
Las prostitutas debían ser mayores de edad, sanas y bellas.

La yarite contaba con la ayuda de mayordomo – guardaespaldas conocido como waikamano.

Estos dos personajes se encargaban del día a día del local y recibían a los clientes.

Luego de preguntarle cuáles eran sus gustos, la yarite hacía llamar a la mucama de la prostituta, quién conducía al cliente a la
habitación, donde se le preguntaba si prefería esperar o ser entretenido por una geisha.

Luego venía el primer contacto entre el cliente y la prostituta, en una breve ceremonia llamada san – san – ku – do, que era como una especie de contrato matrimonial temporal para permitir el acto sexual.

Las prostitutas de Japón ya aparecen en el famoso libro de colección de poesía “Manyoshu” (759) bajo el nombe de “Yujo” y eran sirvientas del templo, pero empezaron a viajar para transmitir los cantos y bailes, muchas acababan por prostituirse.
Durante el mandato de Toyotomi Hideyoshi, se creó la primera casa de entretenimiento oficial (prostíbulo) en 1584 en Dotonbori de Osaka, cinco años más tarde en 1589 en Yanaguimachi de Kyoto y en 1612 en Yoshiwara de Edo (Tokyo).

Los primeros locales que hicieron publicidad fueron los burdeles económicos que, de forma parecida a las vitrinas del barrio rojo de Ámsterdam, instalaron pequeñas celdas o cuartos con vista a la calle, donde se podía apreciar a las pupilas del local.

La estricta vigilancia estatal de los burdeles no bastaba para que en ellos sucedieran sucesos controvertidos.


Así, por ejemplo, eran comunes los pactos suicidas entre clientes y prostitutas.

A fin de evitar rumores de asesinatos, los cuerpos debían exhibirse a la entrada de los locales.

Esto cambió a mediados del siglo XIX, tras la llegada de los buques del comodoro Perry, en 1854.

No hay comentarios: