miércoles, 29 de julio de 2009

El Otro

El otro o Doppelgänger.

Doppelgänger es un término alemán que etimológicamente significa doble andante o el que camina al lado.

Así "Doppelgänger" es el doble fantasmal que nos acompaña a todos.

A diferencia de la sombra normal, producida por el sol u otra luz, el doppelgänger es invisible a los ojos humanos, excepto a los de su propietario, y no se refleja en los espejos.

A pesar de que nuestro doble sea visible a nuestros ojos, siempre está detrás y se mueve con tanta rapidez que, por muy deprisa que nos volvamos, siempre queda fuera de nuestra vista.

El doppelgänger imita nuestros movimientos y se hace eco de nuestra voz y expresiones.

Doppelgänger, también se utiliza para describir el fenómeno de la bilocación, es decir, estar en más de un sitio a la vez.

El doppelgänger como concepto de gemelo malvado, evoca así nuestro reverso tenebroso, la dualidad existente dentro de cada uno de nosotros.

Su función "buena", es hacer compañía.

Uno no debería sentirse solo nunca, ya que el doble está siempre dispuesto a escucharnos y a responder a nuestras preguntas infundiendo las respuestas en nuestra propia mente.

Los perros y gatos tienen la capacidad de ver a los doppelgängers.

Muchas personas ancianas son conscientes de sus doppelgängers y se las puede oír conversando con ellos.

El peligro de los doppelgängers es que se vuelvan maliciosos o incluso malvados, decidiendo actuar por cuenta propia.

El doppelgänger en ocasiones se limita a hacernos una simple travesura y se hace visible durante cortos períodos de tiempo haciendo que nuestros conocidos juren habernos visto donde no estábamos.

Pero un doppelgänger malévolo puede cometer crímenes horribles, con los cuales cargará su dueño o molestar constantemente a su dueño poniendo en su boca palabras que no quiere decir o empujándole a hacer cosas que nunca haría.

En la tradición nórdica y germánica, ver al propio doppelgänger es un augurio de muerte.

Tema Doppelgänger “How They Met Themselves,” o “ Ellos Encontradose a Ellos mismos,” pintura al óleo por Dante Gabriel Rossetti; Museo Fitzwilliam, Cambridge, Cambridgeshire

El tema del doble fantasmal que empuña las riendas de nuestra mente para cometer las vilezas que nuestra racionalidad siempre le vetó, desbordando nuestras timideces con sus insolencias morales, ha sido ampliamente tratado en la literatura y el cine, tratándolo como materialización del lado oscuro y misterioso del ser humano.

Desde "El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde", estupendo relato de Robert Louis Stevenson, al mito del hombre-lobo o "El retrato de Dorian Gray", de Oscar Wilde.

Siguiendo con Hans Christian Andersen que también propone una versión alegórica del Doble en su relato "La sombra", donde un sabio delega en su sombra ciertas responsabilidades, cada vez mayores; finalmente, se cambian los papeles y la sombra usurpa la personalidad de su amo.

Terminando así con E. A. Poe que en su "William Wilson" un relato que tiene la originalidad de que en él el Doble no encarna las tendencias malignas del protagonista, sino la voz de su conciencia.

Bueno, la verdad es que todos tenemos una parte oscura, si lo analizamos detenidamente.

Y supongo que, son sólo las circunstancias favorables las que impiden que se manifieste.

Mientras, esta ahí, caminando a nuestro lado, esperando su momento.

El gran Borges, consciente de ello, lo expresó así:

Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas.
Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico.
Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor.
Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica.
Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición.

Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro.
Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar.
Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre.
Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra.
Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas.
Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.

No sé cuál de los dos escribe esta página.

Borges y yo.

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